5 jul 2023

46. Un lago tranquilo


No percibí su presencia, no me había dado cuenta que me observaba mientras me desnudaba, fui al lago al que acudo a diario a bañarme desnudo, a sentir la libertad. No sabía que ella también estaba allí, escondida tras los árboles, tampoco miré porque no me importa mostrar mi desnudez

Como en un ritual dejé la ropa doblada sobre la mochila que me acompaña y avancé descalzo hacia la orilla pisando piedras y trozos de ramas caídas, algunas se quiebran al pisar y me hieren levemente los pies, pero me mantengo impasible ante ese leve dolor, al contrario, lo intento saborear, me mido a mí mismo en él, podría soportar mucho más sin dar muestras de pesar. Respiro hondo y me siento vivo, camino con pasos lentos para no ahuyentar a los animales que viven en el bosque, el lugar es tan silencioso que puedo escuchar las hojas de los árboles caer

En la orilla me invade la excitación al saber que un instante después sentiré el agua fría acariciando mi piel, conforme entro noto el lago queriéndome tener. En el instante que lo percibo siento su deseo por tenerme, me detengo y miro, miro alrededor contemplando los mil ojos que me miran, algunos pájaros posados en frágiles ramas dejan de piar, una ardilla se entretiene mordisqueando una nuez, un cervatillo deja de brincar y me mira sorprendido, aunque siempre lo está. En el lago estoy yo y nadie más

Solo entonces, cuando sé que todo está en orden me zambullo con los ojos cerrados, ahora sí me estremezco al contacto con el agua fría. Me siento inmerso en un medio que no es el mío, pero que me acoge queriéndome retener para sí, doy unas brazadas con los ojos cerrados, tengo miedo de abrirlos y ver la profunda oscuridad que hay debajo, pero si los mantengo cerrados me siento seguro, no tengo miedo

Cuando emergí, ella estaba allí, en la orilla, mirándome, dejé de nadar y comprobé si hacía pie, me quedé inmóvil mirándola y ella, sin decir nada, se desnudó, dejó caer su ropa, se acercó  lentamente sin inmutarse, yo podía sentir su creciente excitación a medida que el agua fría la cubría, cuando le llegó al vientre se zambulló, tardó un instante en salir, y cuando lo hizo fue junto a mí, se puso en pie, el agua le cubría justo el pecho, como a mí, la cara la tenía empapada y en las pestañas se le habían formado pequeñas gotas de agua que brillaban con con los rayos del sol

Nos miramos durante un momento y nos zambullimos los dos, dimos unas brazadas bajo el agua mientras nos quedó aire en los pulmones, nadamos entrecruzándonos, resbalando piel con piel hasta que nuestros cuerpos se enfriaron por el agua helada, salimos a la orilla y nos fuimos sin decir nada

Desde entonces acudo cada día con la esperanza de volverla a ver, pero nunca más la he visto, me pregunto si sería una alucinación

JM Paredes

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