28 dic 2022

41. El hombre de cera


Desde Plaza Cataluña bajo las Ramblas, camino despacio, no tengo prisa, no sé donde voy, me entretengo un instante con cualquier cosa que llame mi atención, si algo me gusta, me paro y miro, después sigo hacia ningún lugar, simplemente camino hasta que algo me vuelva a llamar la atención y me vuelva a detener

De repente presiento algo extraño que me hace mirar, es un tipo sentado en un carrito que me sisea, me giro y lo veo quieto como una vela, que tipo más raro, miro sus ojos, están apagados, ni siquiera parpadea, sin embargo otra vez me sisea, le hago un gesto con la mano preguntando si es a mí, me dice que sí, pero ni se menea. Estoy mosqueado porque este tío es el maniquí del Museo de Cera, no puede ser, me estoy volviendo loco o el loco es él
—Acércate, por favor —me dice con naturalidad, pongo cara de sorpresa, la verdad
—Pero si eres de cera, cómo es que puedes hablar
—Es una historia muy larga de contar 
—No tengo prisa, te escucho 
—Ahora no puedo, me tienes que ayudar
—No estoy muy seguro, me empiezas a asustar 
—Es que esta historia no tiene nada de particular 
—Eso lo dirás tú, que sabes de qué va 
—Verás, soy inglés, soy el príncipe Enrique de Battenberg ,durante mucho tiempo he estado ubicado en el salón de té que representa a la corona británica y su dominio sobre la India, varios personajes formaban la escena, está la reina Victoria, el príncipe Alberto de Sajonia, el secretario de colonias, Joseph Chamberlain y la princesa Beatriz, hija de la reina y mi enamorada. Durante muchos años hemos estado juntos, lado a lado, tan hermosa, cariñosa y educada es, que me he enamorado. Estábamos muy contentos, cada día que pasaba, más la admiraba, tan bonita y elegante, el tiempo por ella no pasaba, ella de mí también enamorada
—Sigue contándome 
—Un buen día, cuando estábamos más a gusto llenos de dicha y alegría, vinieron un ujier y dos braceros, me levantaron de la silla, me pusieron en este carrito y me sacaron aquí afuera. Y aquí me tienes, a la intemperie, expuesto al sol, desluciéndome, he envejecido tanto que hasta el pelo se me ha puesto blanco
—Me conmueve, es una triste historia, qué puedo hacer por ti, ojalá pudiera llevarte de nuevo dentro 
—Es más fácil que todo eso, me bastaría que subieras al primer piso, buscaras la salita de té y le dieras esta nota a mi amada

"Amor mío, a la fuerza nos han separado 
te echo de menos, estoy destrozado 
añoro tus ojos, tu sonrisa, tu cara rosada 
me acuerdo de ti, de noche y de día 
te tengo en mi mente, no puedo olvidarte 
te quiero mi amor, eres mi vida"

—Dime, ¿lo harás por mí? 
—Claro que sí 

Entregué el mensaje, la amada derramó lágrimas doradas, era preciosa, como el maniquí de cera aseguró, siempre lo recordaré. A partir de ese día, cada vez que bajo las Ramblas, me detengo delante de él, aguardo un instante a la espera de una señal, pero permanece impasible, con la vista fija al frente sin mover una pestaña. Le dirijo una sonrisa cómplice y le guiño un ojo, sé que me ve, pero está tan pensativo que no dice nada

JM Paredes

40. El cuartito oscuro


Esta es una de esas cosas que se dicen en broma sin la menor intención pero que poco a poco va tomando cuerpo hasta que pasa de ser una idea absurda sin sentido a una idea brillante

Aquí lo que hace falta es un senegalés”, es una frase que he dicho tantas veces en el trabajo que se ha convertido en una coletilla que repito en broma cuando alguien comete uno de esos errores básicos por falta de atención, con la idea de que si tuvieran un castigo justo y ecuánime se estaría más atento, no se cometerían y todo iría mejor. Obviamente no me excluyo de los errores, más bien al contrario, los cometo como el que más y por lo tanto quedo dentro de la aplicación de la frase. Pero a lo que vamos

Un buen día, después de uno de esos errores de alguien que son sonados, dije a los compañeros mientras comíamos al medio día: Aquí lo que hace falta es un senegalés, lo tengo todo pensado, ya tengo hasta el sitio dónde lo podemos acomodar”, y mientras tomábamos el postre y el café expliqué mi idea como si verdaderamente la tuviera bien estudiada, aunque en realidad improvisaba, como es obvio y evidente, pero al parecer la tomaron en serio, porque todos me miraban atentos y asistiendo con la cabeza mientras lo contaba: “Ponemos un anuncio en el periódico:
‘Se precisa hombre alto y fuerte, preferiblemente senegalés o de las cercanías, trabajo sin complicaciones y bien remunerado’

"Cuando lleguen los candidatos, hacemos una primera selección de entre los más grandes y fuertes, al tiempo que debe ser agradable, tampoco hay que asustar al personal, tiene que ser senegalés o de las cercanías y estar dispuesto a cumplir su trabajo con seriedad y entusiasmo
Una vez lo hayamos seleccionado, lo presentamos al personal y explicamos someramente cuál será su cometido y cómo participará en el desarrollo del aumento de la productividad de la empresa de lo cuál estamos tan necesitados. Se le expondrá a la gente, que el senegalés prestará gentilmente sus servicios a aquél que cometa errores por falta de atención o por no haber tenido el cuidado necesario en el desempeño de su trabajo, pero que también se puede aplicar por faltas leves del código de conducta interno de la empresa, véase fumar a escondidas en el lavabo, hacer llamadas de móvil banales o enviar correos personales en horario laboral
Le pondremos su puesto de trabajo en el cuartito estrecho sin ventanas que hay junto a las escaleras, ese cuartito que a pesar de sus siete metros de largo, no supera el metro de ancho y que usamos como trastero, tiramos todo lo que hay y no dejamos más que una silla al fondo en el que sentaremos a éste nuevo fichaje a la espera de recibir a aquellos que sean proclives a los fallos y errores” 

En un primer instante, después de haber prestado atención incluso con entusiasmo, todos quedaron boquiabiertos, obnubilados, les dejé un instante de pausa para que fueran madurando la idea, al cabo de unos minutos se les notaba que lo iban asimilando puesto que asentían al tiempo que inclinaban la cabeza y medio cerraban un ojo, un claro símbolo de interiorización. Después les pregunté “¿Qué os perece?”, y al unísono contestaron “una idea genial, ahora sólo falta que convenzas al jefe

Así que después de comer, sin pensármelo dos veces, como debe hacerse cuando uno está convencido de algo, me fui al despacho del jefe y le expuse la idea con todo detalle, al principio no daba crédito, pensaba que le hablaba en broma, que me había vuelto loco, pero poco a poco fue comprendiendo las ventajas del sistema y sus bondades, sobre todo en cuanto al aumento de productividad por la disminución de errores que presumiblemente comportaría. Le hablé de cifras y de ahorros, de payback, de plazo de amortización, de mejora de rendimiento, de beneficios netos al fin y al cabo. A medida que le exponía las ventajas, iba acomodándose en su sillón e imaginando la rentabilidad, podría ser la medida que faltaba para cuadrar las cuentas. Me dejó hablar sin interrupciones hasta el final, una vez acabé, me dejé caer sobre el respaldo de la silla y me quedé esperando su decisión. Se quedó un momento pensativo valorando los diferentes puntos de vista y al cabo de un rato me dijo casi con entusiasmo, “Muy bien, pero te tienes que ocupar tú de organizarlo todo” y dio por finalizada la reunión

Los compañeros me esperaban agrupados en la puerta suponiendo que el jefe rechazaría mi plan, pero cuál fue su sorpresa cuando les hice el signo de la victoria y les dije “adelante, está hecho, vamos a organizar una comisión para llevar a cabo el proyecto”, y así formamos un comité al que di por llamar “Comité del Cuarto Oscuro” y nos pusimos a trabajar en ello. Hicimos la publicación en la prensa local y al cabo de unos días teníamos más de veinte candidatos a los que entrevistamos

De todos ellos elegimos al que nos pareció que daba mejor el perfil, reunía una serie de buenas actitudes, además de grande y fuerte como solicitábamos, era alegre y divertido, sin prejuicios y con muchas ganas de trabajar, además en Senegal había sido universitario y todo, con lo que contaba con buena formación y parecía una persona respetuosa, como después demostró

Tuvimos una primera duda cuando en la entrevista que le hicimos, después de repasar su currículum, para no hacerle la pregunta directamente que pudiera haber resultado ofensiva, le hice un gesto separando las manos a una prudencial distancia y le dije tímidamente “¿cuánto?”, al ser senegalés huelgaba la pregunta, pero hay que ser riguroso, tuve que hacerle algún gesto más para que comprendiera a qué me refería, se quedó pensativo hasta que comprendió el sentido de la pregunta y riéndose dijo “quince…”, en un primer momento se observó una inmensa decepción en las miradas de los miembros del comité de selección

Pero como es sabido de qué pie cojean los senegaleses y sabedor de las unidades de medida que allí se gastan, ya que tenía las manos en posición, hice un gesto de calma dirigiéndome a todos y le pregunté al senegalés “quince qué...” y el senegalés, riéndose a carcajadas respondió “pulgadas, quince pulgadas”. Se hizo el silencio entre los miembros del comité como si hubieran visto un fantasma, un compañero se me acerca al oído y me pregunta “quince pulgadas ¿cuánto es?”, y yo le respondí “una burrada...

Pensé “vamos a ver si vamos a tener problemas, no sea que vaya a asustarse al personal”, pero después de valorar la situación desde diferentes puntos de vista y ante la expectativa mirada del resto del comité, dije “bien, Gustavo, ya tienes trabajo”. Gustavo se llama, hasta el nombre da el perfil

Y bueno, la cosa empezó así, el cuarto oscuro como he dicho es estrechito, y ahí radica precisamente su idoneidad, es un plan que está pensado en todos sus detalles, el senegalés está sentado al fondo del cuarto, les dejamos unas revistas, libros y un iPad para que se entretenga en los ratos muertos. Cuando alguien se equivoca, comete un error o comete una falta leve que figure como tal en el reglamento interno de comportamiento, se le envía al cuarto oscuro, entonces, desde fuera se apaga la luz, así Gustavo entiende que tiene visita y se va preparando. El cuarto queda totalmente a oscuras y el infractor cuando entra, bueno, cuando se le mete dentro y se le cierra la puerta, no ve absolutamente nada y se queda inmóvil mientras las pupilas de le van adaptando a la oscuridad, en esto que Gustavo, aún sentado, abre los ojos y el infractor los ve relucir en la oscuridad y piensa “pero si es poca cosa”, desconociendo que está sentado, en esto que Gustavo se va levantando poco a poco y el infractor ve como el par de ojos que pestañean de vez en cuando van ganando altura, hasta que se da cuenta que de poca cosa nada y da como un grito espasmódico, con lo que Gustavo sonríe y deja ver sus blancos dientes relucir en la oscuridad, el infractor entonces se aterra y se gira para huir, y ahí está precisamente el tema, que al darse la vuelta y siendo el cuarto tan estrecho, una vez Gustavo lo atrapa ya no se puede revolver y queda irremediablemente en una postura, llamemos “comprometida”. Gustavo realiza las funciones para las que ha sido contratado y santas pascuas, se vuelve a sentar a la espera del siguiente infractor si lo hubiera

Gustavo es un tipo que cae bien, a la hora del bocata, viene al comedor social del trabajo y se sienta a comerse el pedazo de bocadillo que le prepara su esposa, acorde con... bueno con las pulgadas... Al principio todo el mundo estaba receloso con su presencia y miraban a los primeros infractores como diciéndose “madre mía, cómo lo ha tenido que pasar”, pero poco a poco, y a medida que el número de infractores iba siendo mayor, la gente iba perdiendo el temor, sobre todo entre el personal femenino, aunque un nutrido grupo del masculino también parecía devoto del “santo” y llegó el momento en que a la hora del bocata era la atracción, quien aglutinaba a su alrededor casi al completo el personal, con lo que más de uno nos sentíamos un poco marginados y ya no veíamos la idea tan buena

Además, lo que al principio redujo considerablemente el número de errores y de faltas leves, poco a poco, según las estadísticas, se fue comprobando que empezaron a ir en aumento y las idas y venidas al cuarto oscuro del senegalés se hicieron tan frecuentes, que en ocasiones había cola de espera en la puerta

Hasta que hace unos días me llamó el jefe a su despacho y por el tono en que lo hizo ya me pareció que me iba a caer alguna, como así fue, me dijo “creo que su brillante idea no está dando tan buenos resultados como me hizo creer”, pensé que ya tenía a quién colocarle el muerto, “cachis” me dije, “podría habérseme ocurrido otra cosa más corriente....”, intenté buscar una buena respuesta que lo calmara y le dije “es que las ideas nuevas pueden tener flecos con los que a priori no se contaban”, y me respondió, “sí, sí, claro, mire.... me va a tener este embrollo resuelto para el lunes..., si el lunes no está resuelto... le voy a dar yo a priori...”

Y aquí estoy, todo el fin de semana rebanándome los sesos por encontrar una idea que me saque del atolladero en que me he metido, si alguien se le ocurre una idea le estaré agradecido si lo dice, porque me temo que el lunes, el jefe piensa encerrarme en el cuarto del senegalés y tirar la llave al río

JM Paredes

27 dic 2022

39. Estudio de pintura

Se bajó del taxi a dos manzanas, podría haber ido andando pero lloviznaba ligeramente y acababa de pasar por la peluquería, no quería estropear un peinado por unas gotas de agua. Abrió el paraguas y caminó hasta el estudio de pintura. No estaba muy segura de qué fue exactamente lo que la llevó a aceptar la invitación a posar para un cuadro. Lo cierto es que se sintió confiada tras las cortas conversaciones que había mantenido con él desde hacía un par de semanas, le había inspirado confianza, pensó que eso es algo que se nota, nunca le había fallado, bueno, nunca... nunca..., pero ahora, en este caso sentía confianza
Se detuvo en el número 22, recorrió con la vista los cinco pisos de altura de la fachada, se lo pensó durante unos segundos, puso la mano en el timbre del ático, la retiró un par de veces antes de decidirse, ¡qué caray!, y pulsó. Al cabo de unos segundos sonó la voz por el interfono
—Quién 
—Soy Clara, hemos quedado a esta ahora 
—Hola Clara, sube, por favor 

Aún estuvo a un paso de dar media vuelta e irse, pero se escuchó abrirse el automático de la puerta, la empujó y entró, había ascensor, pero prefirió subir por las escaleras, pensó que le daría tiempo a arrepentirse antes de llegar arriba

Mientras subía recordó el primer encuentro, se sentó en una cafetería, precisamente un día medio lluvioso como hoy, se sentó en una mesa estrecha individual y pidió un cortado con sacarina, lo fue tomando abstraída mientras miraba los mensajes del móvil, repasaba viejos mensajes que no borraba por nostalgia, aunque ya los tenía medio olvidados, hizo intención de borrarlos, pero los dejó y volvió a guardar el móvil en el bolso. Levantó la vista y se mantuvo un rato pensativa mientras terminaba los últimos sorbos del cortado, cuando observó un tipo en la mesa de enfrente, a escasos dos metros que la observaba y dibujaba en su bloc con varios lápices de carboncillo, le pareció que la estaba dibujando a ella, frunció el ceño, apretó los labios y le dijo molesta
—¿Me estás dibujando a mí? 
—Sí, te pido disculpas, lo siento, si quieres arranco la hoja y te la doy —le acercó el bloc para que lo cogiera. Ella lo cogió y se quedó mirándolo durante unos segundos
—Está muy bien, me gusta ¿me lo puedo quedar? 
—Por supuesto, es tuyo, discúlpame sólo me entretenía mientras tomaba un café 
—Veo que eres pintor 
—Pinto por afición, en realidad soy funcionario, tengo las tardes libres y me permite tener algún hobby, me gusta pintar, no es más que pasatiempo

Continuó subiendo las escaleras, llegada al primer piso se arrepintió de no haber cogido el ascensor ya que llegaría sudando, a pesar de eso continuó por las escaleras porque tenía el convencimiento que en cualquier momento daría la vuelta y correría escaleras abajo 

Mientras continuaba subiendo pensaba en los siguientes encuentros que mantuvieron, dos días después, volvió a pasar por el café a la misma hora, esta vez con la esperanza de encontrarlo, entró en el café y dio un vistazo buscando una mesa vacía, todas estaban ocupadas, estaba sentado en una de ellas, sus miradas se cruzaron y él le hizo un gesto para que se sentara en su mesa, Clara sonrió y asintió
—Estaba dando un paseo y he entrado a tomar un café 
—Yo suelo venir casi a diario, como y después vengo junto al estudio a tomarme un café, después paso la tarde pintando 
—¿No vendes los cuadros? 
—Entrego algunos en depósito en tiendas y cuando los venden me dan algo, pero no es venderlos lo que me motiva, pinto por el placer de pintar
—¿Qué motivos pintas?
—Lo que se me ocurre o me apetece en cada momento, muy variado, a veces un paisaje, un abstracto o un retrato
—¿Harías un retrato para mí? 
—Depende, si es por encargo no puedo, tengo que tener la inspiración y la motivación para pintarlo, cuando me han hecho un encargo de algo en concreto no he podido hacerlo, me crea ansiedad y he tenido que rechazarlo, sólo pinto lo que me apetece
—La verdad es que el retrato que me hiciste el otro día me gustó mucho y me gustaría que me hicieras uno, pero no quiero que te sientas presionado, cuando te apetezca me lo dices 

Ya iba por el tercer piso, ahora empezaba a recordar con simpatía los siguientes encuentros, casi todos los días coincidían en el café, el trato era agradable y cordial, se sentía bien tomando ese café de la tarde, había encontrado un aliciente para salir por las tardes después de comer, normalmente llevaba al trabajo una ensalada y después se quedaba allí mismo leyendo un rato hasta la hora de empezar de nuevo, pero había descubierto que se encontraba bien compartiendo esa media hora con él 

Empezaron a sentirse confiados y por qué no a sentir una cierta atracción, las conversaciones comenzaron a ser algo más personales, se hicieron asiduas las miradas y frecuentes las sonrisas, nada extraño en ello, fruto de la confianza y el encontrarse bien. Hace un par de días, intercalado en una de las sonrisas, él dijo
—Me apetece pintarte 

Ella pensó que hacía dos semanas le pidió que si le podía hacer un cuadro, pero ahora no sabía exactamente el significado de esas palabras, sin duda algo de metáfora tenían, la sonrisa se borró de su cara
—Muy bien, cuando quieras 
—Yo estoy libre todas las tardes, cuando a ti te vaya bien

Ha llegado al final de la escalera, la puerta del estudio está cerrada, piensa que todavía puede volverse, espera unos segundos y pulsa el timbre, del interior se oye una voz que dice “la puerta está abierta”, pero Clara dio media vuelta y bajó las escaleras sabiendo que algo dejaba detrás, temió perder la ilusión tumbada en un sofá. Por su cabeza sobrevuela la sombra de la quimera, dio media vuelta dejando su esperanza tras la puerta abierta, en su corazón cualquier cosa menos calma 

Llegada al portal, una voz suena por el interfono
—Clara 
—Perdóname, me tengo que ir 
—¿Qué es lo que te asusta? 
—Los fantasmas del pasado 
—No están aquí, estoy solo 
—Tengo miedo de las telarañas de los rincones 
—Déjalas, no hacen nada 
—Prometes que no hay nadie más 
—Lo prometo, dejo la puerta abierta por si quieres pasar 

No fueron necesarias palabras, suficiente con un abrazo, en el sofá no dejó la ilusión, sino que reencontró la esperanza

JM Paredes

22 dic 2022

38. Sabor a fresas

Permanece sentada con su vestido negro de seda, sus zapatos de tacones de aguja, su collar de perlas blancas rodeando su cuello, respira profundamente para intentar calmarse mientras mantiene la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, pensativa, esperando, intentando contener su ansiedad. De repente, cuando ya había perdido la esperanza, el sonido del timbre la saca de su sopor y la devuelve a la realidad, permanece un instante sin inmutarse, pensando si será verdad, se pone en pie y tranquila se acerca a la puerta, el vestido de seda acompaña fielmente el zarandeo armonioso de su cuerpo al moverse. Apoya la mano en la empuñadura, espera unos segundos, respira hondo y la abre repentinamente. Permanece unos instantes mirándome, escudriñando mi cara, intentando averiguar en mi mirada el motivo de mi tardanza
—Pensé que no vendrías, traes el pelo mojado 
—Está lloviendo, ha sido difícil llegar, siento mucho haberte hecho esperar 
—¿No quieres pasar? 
—Solo si me perdonas 

Deja el paso libre y apoya su espalda en la pared del recibidor, yo acompaño mientras tanto la puerta suavemente hasta que se cierra, me acerco y me detengo a una corta distancia de su cara, permanezco mirando sus labios mientras ella mira los míos
—¿Quiere tu silencio decir que me perdonas? —Ella asiente y responde un “ajá…“ con un susurro apenas audible. 
Entiendo... estás preciosa con el vestido de seda, las perlas y los labios carmesí

Escucho de nuevo su expresión “ajá....” en su extensión de matices y la sensualidad con que la envuelve, ella sabe muy bien que esa expresión dicha por sus labios matizados y pintados de carmesí me excita sin remedio, cierro los ojos para percibir con nitidez el aroma de su aliento que llega a mi nariz envuelto en una deliciosa fragancia de fresas, nuestros labios lentamente se unen en un beso dulce y tierno, siento el leve roce de su lengua acariciándome los labios suavemente... 
—Había preparado café, ¿te apetece? ,—me pregunta y ahora soy yo quien responde un “ajá...” intentando imitar la entonación que sólo ella sabe dar
—Entiendo —responde 

Me dice que me ponga cómodo mientras ella va a buscar el café que me ha prometido, pero sigo sus pasos hasta la cocina, al llegar se gira, me mira y nos cruzamos una sonrisa, mirándome a los ojos busca con su mano la cafetera, pero me adelanto para que no se queme y soy yo quien echa una taza de café que le ofrezco, ella la coge de mi mano pero sin mirarla la deja en el mármol, se aproxima y desliza sus manos por mi espalda y me atrae hacia sí, entreabre la boca y me besa con pasión, suavemente muerde mis labios y me los acaricia con la lengua, intento por un momento contenerme, pero no lo consigo, la rodeo con los brazos y la aprieto hacia mí, instintivamente bajo mis manos por su espalda hasta abarcar sus glúteos y la atraigo con fuerza

Sin separar nuestras bocas intentamos llegar a su habitación, pero el sofá se interpone en nuestro camino y abrazados caemos sobre él
—¿Te has hecho daño?, —pregunto 
—¿Eh...? —responde ella sin ser del todo consciente dónde estaba ni donde había caído

JM Paredes

18 dic 2022

37. La conjetura de Fermat


Salí de la habitación del hotel distraídamente, iba pensando en mis cábalas, que por cierto nunca me han llevado a ninguna parte, bueno, en esta ocasión sí me llevaron a algún lado, pero no exactamente al que yo había imaginado 

Ya en la calle y después de andar un buen rato, me di cuenta que no he cogido la cartera, salí tal cual, cerré la puerta de la habitación y se me olvidó coger hasta la tarjeta para abrir después, no pasa nada, pensé, termino de dar el paseo y cuando llegue al hotel digo en recepción que se me ha olvidado la llave y me darán otra. Este pensamiento me relajó y confiado sigo caminando entusiasmado en mis cábalas, que como he dicho, nunca me han llevado a ninguna parte, excepto esta vez, que me hicieron pasar una noche inolvidable

Esos días estaba leyendo un libro titulado "La conjetura de Fermat", Fermat era un tipo de esos que se dedica a estudiar los números, es conocido por la conjetura de Fermat, según parece es como el teorema de Pitágoras, lo de la suma de los cuadrados, este tipo pensó que pasaría con suma de cubos en lugar de cuadrados, después de rebanarse los sesos durante años, descubrió que no había ningún número que al cubo fuera la suma de los cubos de dos números y averiguó la forma de demostrarlo, pensando en esto, en realidad, en lo que pensaba no era en el problema en sí, que me importa bastante poco, lo que pensaba era como un tipo puede perder tantos años de su tiempo en tonterías de esa índole

No sé cuánto tiempo pasó ni cuantos pasos di, ni por qué calles andé, pero a juzgar por lo que me dolían los pies, debería haber sido mucho, además ya estaba oscureciendo y el estómago me recordaba con un pellizco que le echara algo de alimento, a ser posible que estuviera bueno. Me di la vuelta y caminé sobre mis pasos, bueno, eso era lo que yo pensaba, porque la verdad es que no tenía ni idea de por dónde iba, tan abstraído estaba con lo del Fermat que ni siquiera me fijé por qué calles había pasado o qué esquinas había doblado, estaba perdido. No es que me viniese de sorpresa, al GPS del coche lo traigo aburrido de recalcular rutas, a veces llega a decirme "ya está bien tío...", lo reseteo y ya está, pero ¿ahora qué hago?, me paro a preguntar a alguien y me quedo balbuceando intentando recordar el nombre del hotel o de la calle, no me acuerdo por más vueltas que le doy, se me ha ido, ha desaparecido, Fermat me lo ha borrado

Sigo andando intentando recordar alguna señal por donde he pasado antes, pero nada, absolutamente nada, ya empiezo a desesperarme, son más de las once y sigo perdido, sin recordar el nombre del hotel, ando y ando y el tiempo sigue pasando, el estómago ya me pellizca con fuerza y dice que le da lo mismo lo que le eche, pero que le eche algo, la cartera se me ha olvidado, no tengo nada, ni identificación, ni dinero, no me acuerdo del nombre del hotel, hay que joderse, pasar la noche en la calle por perderse

Harto de patear las calles solitarias de madrugada, desmoralizado y encolerizado, con los pies destrozados de andar y el estómago martirizándome con un pellizco cada vez más apretado, mi única reacción es mirar cabizbajo al suelo y negar con la cabeza al tiempo que maldigo el Fermat de los ... y a la madre que lo ... 

Al final tuve suerte, a eso de las seis de la mañana, me doy de bruces con el hotel y pienso, "anda mira que suerte... aún tengo tiempo de ducharme antes de irme al trabajo"

He tenido que esperar unos seis meses antes de poder escribir esto, porque era acordarme de Fermat de ..., y darme un escalofrío y una tiritera que no acertaba con las teclas

JM Paredes

36. Melindres con chocolate

Estuve en una barbacoa con los amigos y me hicieron una putadilla, después de comer y de varias cervezas me quedé dormido en una tumbona, y no se les ocurrió otra cosa que escribirme en la frente con un rotulador la frase “busco novia”, cuando desperté no me di cuenta, y tampoco me dijeron nada. En el metro todo el mundo me miraba y sonreía, no hice mucho caso pero sí que estaba un poco mosqueado. Una mujer se acercó y me dijo que si me había dado cuenta que tenía escrito en la frente “busco novia”, sacó un espejo de su bolso y me lo dio para que lo viera por mí mismo, dije “ten amigos para esto” y le di las gracias por avisarme

Al llegar a casa y después de limpiarme el rótulo, metí la mano en el bolsillo y encontré un papel que ponía: “llámame” y un número de teléfono, lo marqué y surgió una voz femenina, no había duda, era quien suponía, la mujer del metro, la que con un espejo me mostró la infame nota escrita en la frente, la que se tronchó de risa mientras intentaba en vano borrarme la misiva escrita en la piel. Me pidió disculpas alegando que no lo pudo evitar, que lo sentía, le respondí que no se preocupara, que entendía que le hiciera gracia. Después de oír su voz al teléfono, dejé pasar unos segundos antes de contestar: 
—Hola, ¿sabes quién soy? 
—Sí, el chico que busca novia 
—El mismo, creo que me dejaste una nota en el bolsillo 
—Sí, perdóname, vi la cara que pusiste al mirarte al espejo y no pude contener la risa, perdóname, no era mi intención burlarme, sólo me hizo gracia
—No te preocupes, lo entiendo. Y lo de la nota que he encontrado en mi bolsillo qué
—Pensé que no era justo, pero no podía parar de reír, pensé dejarte la nota, para pedirte disculpas después tomando un café 

Nos encontramos al día siguiente por la tarde, a las puertas de una concurrida cafetería
—Hola, cómo estás, —le dije, y juntamos las mejillas para simular un beso 
—Muy bien, antes de nada quiero pedirte disculpas otra vez por lo de ayer, no era mi intención reírme de ti, fue la situación lo que me hizo gracia, me dio un ataque de risa y por más que lo intentaba, no podía parar de reír, así que mientras inútilmente intentabas limpiarte las letras de la frente, escribí la nota y te la puse en el bolsillo de la cazadora, para pedirte disculpas después
—No te preocupes, me tomo las cosas con buen humor, no me ofendo si no hay intención de ofensa, y no me pareció que lo pretendieras, vi que no pudiste controlar la risa, no te preocupes
—De todas formas, discúlpame, por favor
—Estás disculpada

Le conté los detalles de lo sucedido, la desmesurada afición de algunas personas por las bromas, algunas de ellas pesadas como fue la del caso de risa. También le expliqué algunas más de las que nos habíamos hecho, y así, entre bromas, regocijo y alegría, de repente me dijo: 
—¿Te gusta el chocolate? 
—Claro, ¿por qué?
—Porque tengo en casa 
—Eso está bien, tener chocolate en casa siempre te saca de un apuro
—¿Te apetece ir a tomar una taza? 

Antes de responder, y manteniendo la sonrisa, me quedé durante un instante mirándola a los ojos para ver qué veía tras ellos, nos habíamos visto en dos ocasiones, la primera aunque cómica un tanto desafortunada y ésta segunda habíamos pasado media hora charlando despreocupadamente como dos amigos que no se ven desde hace unos meses y pasan un rato entretenido recordando antiguos acontecimientos. La verdad es que me sorprendió la invitación, no lo esperaba ni entraba dentro de mis pensamientos acompañarla a su casa, por un momento tuve una sensación extraña, no era exactamente temor, pero sí un poco de recelo, así que durante unos instantes miré sus ojos y escudriñé en ellos, no vi nada que me alarmara, en su interior percibí serenidad y seguridad, incluso determinación, la única inquietud que aprecié fue la del que espera una respuesta, pero aún así, veía en su interior la confianza que mi respuesta sería afirmativa, creo que su pose era la de intentar transmitirme confianza, pude verlo con toda claridad, sin duda conoce bien los mecanismos del comportamiento pero no atisbé intención de manipulación. Ella también estaba leyendo mi pensamiento y por lo tanto también veía claramente qué pasaba por mi cabeza, los dos nos miramos un instante más, ya sabedores que ambos sabíamos lo que estaba pensando el otro, fue ella quien dio el primer paso sonriendo y haciendo un gesto para que respondiera, así que si me reclamaba respuesta, se la di 
—Claro, me encanta el chocolate 
—Buen chico, has dudado demasiado, ¿te ha dado miedo? 
—No más que cruzar una calle con el semáforo en rojo y mirando al otro lado 
—No temas, es una calle poco transitada, estás seguro 
—¿Tu no tienes miedo de mi? 
—¿Habría de tenerlo? 
—No 
—Es lo que me parecía 

De nuevo nos miramos, negamos con la cabeza y sonreímos, lo cierto es que la sensación de dos antiguos amigos volvió a aparecer. Nos fuimos caminando hacia su casa, no vivía lejos, durante el camino me dijo que le había parecido que le dije que tomaría té, le respondí que no me gusta el té, pero que era una forma de decirle que no es fácil conducirme. Tardamos unos diez minutos en llegar a su casa, abrió el portal, subimos por el ascensor hasta el ático, el piso estaba muy bien recogido, todo bien ordenado y una bonita terraza con magníficas vistas, le dije que tenía un piso muy bonito, me dijo que me sintiera en mi casa por lo que le di las gracias, aunque la verdad, no me sentía en mi casa, me sentía en su casa

Puso música, Phill Collins, “Two Hearts”, pensé “vaya, ahí me ha llegado”, se acercó muy lentamente a mí, con la tranquilidad de una sigilosa pantera que acecha a su presa sabiéndola acorralada sin posibilidad de escapatoria, la presa era yo, aturdida por el temor de saber que no tardaría en ser su alimento, miré de reojo a los lados para ver una posible escapatoria, pero estaba totalmente acorralado. Ante el inevitable desenlace me rendí y no ofrecí resistencia. Llegó a mi lado y acercó sus labios a los míos hasta que quedaron a unos milímetros, se mantuvo un instante así y después los acercó hasta que rozaron con los míos, los movió a ambos lados y abriendo su boca chupó mis labios. Yo, como ya me había dado por vencido, me dejé llevar y correspondí a su beso pero con mesura, me separé unos centímetros de su boca y le dije: 
—No tengo escapatoria, ¿verdad? 
—No, solo hay una salida, y está tras esa puerta, —me señaló su habitación
—¿No tendrás un poco de compasión? 
—No suelo ser misericordiosa, llegados a este punto ya no puedo perdonar
—¿No puedo esperar entonces otra cosa que un desenlace fatal?
—Sólo te queda resignarte a tu suerte

Lo que había sospechado que parecía inevitable, que esa tarde sucumbiría entre las garras de una felina de voracidad insaciable, no fue exactamente así, lo que supuse arañazos fueron dulces caricias, lo que pensé de sus afilados dientes se convirtió en la delicadeza y suavidad de sus tiernos labios. Lo que había supuesto una enfurecida tigresa no fue más que una arrulladora gatita que cerraba los ojos ante los mimos

Después de unos besos y unas caricias, entramos a su habitación y trajo una taza con chocolate fundido y una bandeja repleta de melindres, me propuso un juego a realizar sobre las sábanas blancas de su cama, consistía en sentarse uno frente al otro totalmente desnudos sobre la cama pero con una venda en los ojos, y sin ver nada, a ciegas, cada uno debía ir mojando melindres en el chocolate e intentar dárselos de comer al otro, como puede suponerse, no es fácil acertar a dar de comer el melindre con los ojos tapados. Le dije que si no le preocupaban las sábanas, me dijo que lo único que le preocupaba era si encontraría bueno el chocolate, le dije que probablemente sí, y así fue, tal como había imaginado, estaba delicioso. Ni que decir tiene que terminamos con chocolate hasta en las cejas

JM Paredes

35. Eva y los dos Adanes

No es cierto que el paraíso estuviera habitado sólo por Adán y Eva, según los últimos estudios realizados con los más avanzados métodos analíticos se ha descubierto que había, al menos, dos Adanes, lo que pasa es que no se conocían, aunque seguramente hubieran la sospecha de la existencia del uno sobre el otro, pero de esto último no han aparecido de momento evidencias

Lo cierto es que los Adanes habitaban en lugares diferentes del Paraíso, uno digamos que era el Adán oficial, el que aparece en las Sagradas Escrituras, pero después estaba el otro, el Adán extraoficial, digamos el otro Adán, por lo visto y según se deduce de los indicios descubiertos, era un virtuoso, algo así como un prodigio de las manualidades, por estas habilidades era precisamente por lo que Eva recurría a él. El Adán oficial, por lo visto era un viva la vida, uno de esos de aquí me las den todas y claro Eva tenía unas necesidades para las que el oficial o bien no estaba capacitado o bien no tenía ganas, lo cierto es que se pasaba todo el día estirado en las praderas mirando las musarañas y observando el cielo, como si en el cielo hubiera algo de interés aparte de las nubes y los pájaros

Sin embargo el extraoficial, cuando se cruzaba con ella, la colmaba de atenciones, estaba atento de sus necesidades y acudía con entusiasmo incluso a las más nimias de sus solicitudes, por lo que Eva pensaba “es que no hay color”. Por momentos estaba a punto de decirle al Adán oficial algo así como “anda y quédate con tus praderas y tus musarañas”, pero pensaba, “¿y si Dios se cabrea y me echa del Paraíso?, con lo a gusto que se está aquí, con todas las comodidades, sin preocupaciones

Pero Dios que era astuto como él solo, pensó “os vais a enterar ahora, pecadores”, sabedor de los pormenores circunstanciales de la situación trilateral les enfrentó a una prueba que ideó en un momento, la llamó la Prueba de la Tentación y pensó “estos caen como corderitos, si lo sabré yo que los he creado”, así que por la megafonía de la época y para que lo escucharan los tres, dijo “hacer los que os de la gana, pero como se os ocurra comer la fruta del árbol prohibido las vais a pasar más putas que Caín”, inmediatamente los dos Adanes se preguntaron ”¿quién será ese Caín?, ¿hay alguien más?” y Eva se dijo “¿hay alguien más y yo sin saberlo?”, así que Eva puso su mente a trabajar y se dijo, como me tienen hartita estos dos Adanes, voy a averiguar qué tiene de bueno ese Caín, así que para deshacerse de ellos les dio de comer la fruta prohibida a los dos Adanes, por la mañana a uno y por la tarde al otro, ambos comieron a sabiendas que los estaba liando, pero como la tentación era tan fuerte, ambos se dijeron, “de momento le hinco el diente y después ya veremos

Total que Dios, satisfecho por haber acertado lo que sucedería, pero con voz enojada para que no se notara su júbilo, les dijo "habéis pecado, os dije que la fruta prohibida ni tocarla, pero no os habéis podido contener, teníais que comérosla, así que a la puta calle los tres”, el Adán oficial, sorprendido, se preguntó “¿los tres?”. En fin... 

Resulta que el tal Caín no era lo que Eva había imaginado, así que una vez convencida de su inexistencia, se dijo: “pues nada...“, después vino todo el resto de historia que todos conocemos, y hasta hoy

JM Paredes

34. Encuentro en un confesionario

He visitado muchas iglesias, son como una pasión a la que todavía no he encontrado explicación, sin duda la habrá y estoy seguro que algún día lo descubriré

Desde hacía días iba con cierta frecuencia a la iglesia Sant Ramón, es una iglesia que siempre está a oscuras, he ido al atardecer, por la mañana, a todas horas, pero siempre a oscuras, a pesar de ser grande, los ventanales son pequeños y están demasiado altos, las luces siempre están apagadas porque las misas las hacen en una capilla que hay junto al altar principal, además hay otras pequeñas capillas pero que también están a oscuras. Cada vez que voy es con la esperanza que estén las luces encendidas pero siempre me desilusiona que no sea así. A veces en los pasillos me he cruzado con el cura y nos hemos saludado pero nunca me he parado a hablar con él

Hace unos días, al atardecer, sobre las siete, en esta época y a esa hora la luz natural ya va decayendo por lo que estaba muy oscura, es algo que no me preocupa, entro de todas formas, no suele haber casi nadie, las pocas personas que puedan entrar van a la capilla iluminada para hacer sus rezos o esperar a la hora de la misa, aún así son muy pocas

No me preocupó no ver a nadie, anduve por el pasillo lateral de la parte izquierda, pasé por delante del altar sin detenerme, en el lateral derecho está la capilla iluminada, no había más que cuatro o cinco personas sentadas en los bancos, continué por el lateral derecho donde hay otra pequeña capilla que también está a oscuras. Entré en ella, hay un pequeño altar, unas diez o doce filas de bancos separados por un pasillo central y al lado contrario hay varios confesionarios que parecen sin uso, están como almacenados, mi curiosidad me llevó a ellos a pesar de estar bastante oscuro y en silencio. Me sentía cómodo, nada me preocupaba, no tenía nada que esconder ni ocultar

Me detuve frente a ellos pensando en la infinidad de confesiones que sus rejillas de madera habrían escuchado y las penitencias que habrían sido impuestas. Cuando me giré para irme, a escasos un par de metros había de pie en el pasillo una mujer elegante, guapa y con muy buen tipo, mirándome fijamente, me sonrió y se acercó hasta quedarse a unos centímetros. Así, a primera vista su actitud me resultó provocativa. No estoy muy ducho en esta materia, pero era evidente que el diablillo del deseo daba saltitos en sus ojos, se besó en los labios, yo le dije: 
—¿Sabes que en los confesionarios es donde se administra el sacramento de la reconciliación? 
—Ajá —Contestó y se apretó contra mí, sujetándome la nuca con su mano mientras buscaba mi boca para besarla, mas bien para morderla. Apretó todo su cuerpo hacia el mío, empujándome con su pelvis contra el confesionario. 
¿Sabes que con este sacramento el penitente recibe la absolución, es decir el perdón de Dios? 
—Sí, —colocó su otra mano en mis glúteos para apretarlos contra sí mientras mordía mis labios. Tengo que reconocer que a pesar de mi serenidad y templanza, la situación empezaba a excitarme, y me temo que cuando me excito no reparo en lo sagrado
¿Sabes que el perdón verdadero sólo lo concede Dios? ¿y que el cristianismo no considera como un imperativo moral que lo hagan los hombres? 
—Ajá, —contestó mientras mantenía mis labios entre sus dientes y me los chupaba con su lengua, me empujó hacia el interior del confesionario, bajó sus manos hacia la cremallera de mi pantalón, hacía un rato que estaba atento a los acontecimientos y por lo tanto, digamos que en estado de gracia
¿Sabes que cometes pecado mortal y el mío no es más que venial?, —le hice esa observación para ver si refrenaba sus impulsos, o al menos si los mitigaba, pero mis palabras no hacían más que producirle mayor excitación
—Mi pecado es venial, no ves que estoy enajenada y por tanto eximida. ¿Por qué el tuyo no es mortal?, —contestó y preguntó a la vez 
—Porque doy de beber al sediento 
—Pues dame también de comer, que estoy hambrienta 

El ritual que a continuación sucedió se me antoja innecesario extenderme en su explicación, porque como es comprensible, una vez liberado del temor al infierno y sabiendo que la consecuencia no representaría más que un poco más de tiempo en el purgatorio, me dejé arrastrar hacia las mieles de la gloria in excelsis. Dejamos que nuestros cuerpos se saciaran en placer mientras nuestras almas se elevaban y cogidas de las manos recorrían los rincones de la capilla envueltas en la delicia celestial propia de su unión espiritual

La respiración entrecortada se fue convirtiendo en gemidos y posteriormente en jadeos cada vez más sonoros, acompañados de golpes sobre las paredes del confesionario, una vez alcanzado el éxtasis, dio un grito final, tras el cual se encendieron las luces de la capilla, ambos medio desnudos, exaltados, sudados y medio extenuados nos asomamos por la ventanilla del confesionario, vimos al otro lado del pasillo, junto al altar, al cura con los ojos como platos y las manos en la cintura y tras él se encontraba media docena de feligresas no menos sorprendidas y boquiabiertas. Holgaban las palabras, la situación era más que evidente, ni el más necio de los creyentes necesitaba explicación de lo que acontecía, por lo tanto sin decir palabra, nos vestimos y medio arreglamos como pudimos, nos dirigimos por el pasillo hacia donde estaba el cura y las feligresas a fin de alcanzar la puerta de salida que se encontraba a sus espaldas

Como caballero, dejé que ella fuera delante, yo a un paso por detrás, ella iba con la cabeza alta como si fuese a recoger el diploma el día de su graduación, cuando pasamos junto al cura, sin decir palabra, todos se apartaron ligeramente para dejarnos pasar. Me sentí en la necesidad de disculparme, así que le dije al cura: 
—Ha empezado ella 

Y así es como, de momento, he dejado aplazadas mis visitas a Sant Ramón, por temor al cura, no por vergüenza, que no he sido agraciado con esa virtud. En cuanto a la feligresa, salimos de la iglesia, tomamos un café y le hice ver que hay que respetar los lugares sagrados porque profanándolos se incurre en pecado, parece que lo comprendió y prometió que no lo volvería a hacer, cosa que agradecí

JM Paredes

33. Un chico malo

No podía ser un chico malo aunque me lo propusiera, no me salía y eso que lo intentaba, pero nada, no había manera, no podía, me vencía la parte buena, el angelito se imponía sobre el diablillo. Qué castigo por dios, pero cuándo se ha visto que uno no pueda ser un chico malo si se lo propone y esté abocado a ser bueno aunque no quiera

Aunque encontré la respuesta, venía de cuando fui monaguillo, del cura aquél, el padre Rafael me hizo un conjuro, bueno según su argot una bendición, como consecuencia de las putadillas que le hacía, pero como el padre Rafael antes de ser cura había sido monaguillo, tarde o temprano acabaría descubriéndome, como así fue y me aplicó uno de sus hechizos a los que él llamaba bendiciones

Casualmente hace unos días leí que había una ponencia que se llamaba “Dónde nos conduce la pérdida de la fe en una sociedad aconfesional”, apasionante me dije, pero cuando leí el nombre del ponente, padre Rafael Ferlosio, me dije, “no puede ser“ y me presenté en la ponencia

Pues sí, el hombre ya está mayor pero conserva una mente lúcida. Lo escuché con atención mientras debatía los motivos de la pérdida de fe y sus diversas consideraciones, sin que faltara como es obvio un reproche al anticlerical gobierno socialista. Cuando acabó y tras unos aplausos forzados, me acerqué para felicitarlo y presentarme, le dije que seguramente no me recordaría, pero que había sido monaguillo en su parroquia hacía unos cuarenta años. Sin la menor esperanza que se acordara hablamos de aquella época y mira por donde, sí se acordaba, pensé “vaya memoria”

Una vez habíamos entablado ciertos cauces de confianza no pude reprimirme en decirle algo con lo que había soñado tantas veces y me guardé cuando era un crío, “padre, ¿sabe que en aquella época tenía usted fama de cabroncete? ”, se sonrió y me respondió “vosotros sí que erais cabrones“. Reconozco que era cierto, al menos por mi parte, por aquél entonces, tras una aparente ingenuidad, encerraba una cierta perversidad consecuencia de la frustración que me producía sentirme abocado a una dedicación que despreciaba, y lo descargaba sobre el pobre hombre, pero los niños ya se sabe, son traviesos

Le expliqué que desde entonces era incapaz de hacer maldades, y que creía que era como consecuencia de un momento preciso, recordaba el día que él había descubierto que yo había hecho una copia de la llave de la sacristía y entraba para cambiar las cosas de sitio, con la sana intención de divertirme y de paso volverlo loco, algo que creo estuve apunto de conseguir

Aquél día me encontró en la sacristía escondiendo la botella de vino sagrado, se puso rojo como un tomate, enfurecido como un demonio de los que se alternan con imágenes de santos en la sacristía y fue entonces cuando hizo lo que a mí me pareció una conjura en latín mientras repetía una y otra vez el signo de la cruz. Yo me quedé pasmado mirándolo, mi vida cambió en ese instante y jamás a partir de ahí pude volver a hacer una maldad

Mientras se lo contaba, el padre Rafael asentía y podía intuir cómo disfrutaba interiormente. Que no pudiera hacer maldades, no quiere decir que no me enfadase, me subió una agitación que fui incapaz de contener, le dije: 
— ¿Padre Rafael, no cree que cuarenta años de penitencia es más que suficiente? 
— Sí, hijo, cuarenta años de penitencia no está mal
— ¿Me puede liberar entonces del ....?, — no me atreví a decir hechizo
— ¿De la bendición? 
— Sí padre, de la bendición 
— Si es tu deseo, te liberaré 
— Gracias padre, no sabe lo que es pasarse la vida haciendo solo el bien

Nos apartamos en un cuartito contiguo y dijo unas palabras mientras repetía sin parar el signo de la cruz, pero no era latín, era... arameo... 
— ¿Arameo, padre? 
— Sí, hijo, arameo 

Me pareció extraño que fuera arameo, pero después de esa especie de sortilegio me sentía exactamente igual, aunque no se tiene porqué sentir nada de particular estando capacitado para hacer maldades, supongo. Le hice alguna pregunta a cuenta de la “pérdida de fe en la sociedad aconfesional”, demostrando así mi interés por el tema de su ponencia, lo que al parecer le entusiasmó soltando alguna de sus argumentaciones, que soporté con cristiana resignación, como corresponde. Me despedí, le dije si tenía Facebook, pensando que no, pero sí ¡cómo no!, me lo anoté para agregarlo y me despedí besando su anillo, “estaremos en contacto“ me dijo 

Al salir a la calle quise comprobar si había tenido efecto el sortilegio. Mientras estaba parado pensando qué camino tomar, pasó una bella dama de muy buen ver, y ... y ... le miré el culo.... sí, ¡le miré el culo!, pensé ¡esto funciona!, quise averiguar hasta dónde podía llegar mi nueva iniquidad y di unos pasos rápidos hasta ponerme a su altura, le dije: 
— Estás preciosa 
— ¡Grosero! 
— Eso es un obsequio viniendo de tu boca 
— Descarado 
— Desde luego que lo soy, por atreverme a contemplar las curvas de tu cuerpo 
— Insolente 
— Solo atrevido, pero es por ver tus ojos encendidos 

La dama poco a poco se fue dulcificando comprendiendo mis buenas intenciones y bueno, la cosa parece que funciona, creo que al fin estoy curado, ya estaba harto de tanta bondad y tanta gaita, con lo que se disfruta haciendo de vez en cuando una travesura, en fin, aquí estoy, pensando en hacer alguna trastada

JM Paredes

32. Cuando fui seminarista

Ni mis más íntimos amigos saben que un día fui seminarista, lo he mantenido oculto hasta ahora, hoy he decidido contar cuáles fueron los motivos que me impulsaron a serlo y lo más importante, cuáles fueron los que me llevaron a dejarlo


Desde pequeño el párroco de mi pueblo decía "este chico tiene vocación", aquella frase me quedó grabada en el subconsciente, quedándose anclada en él como un hecho irrefutable. Qué otra cosa podía hacer un chico con vocación que no fuera seguir los pasos que el Señor había previsto para él. El apoyo familiar era precario, no era la ilusión que mi padre tenía para mí, pero como "el chico tiene vocación..." qué otra cosa podía hacerse. Lo bueno de tener preestablecido el camino es que no te tienes que preocupar de él, sino seguirlo sin más, así que cuando vine a ser consciente de ello me encontraba en segundo año de seminario


Dos años de liturgias, madrugones, repeticiones hasta la saciedad, rezos y oraciones me llevaron a cuestionarme mi interés por la vida sacerdotal. A medida que me iba introduciendo en los conocimientos teológicos, la fe, que no era más que algo que tenías que creer a pies juntillas todo aquello que te refería un tipo con sotana y cuello blanco, empecé a cuestionarla, y lo de la vocación empezó a flaquear


Los motivos teológicos fueron importantes, pero no fue lo único que derribó mi vocación. A eso de los dieciocho empezaron a aflorar unas sensaciones que los rezos y los tipos de cuello blanco me habían tenido reprimidas durante años, fui empezando a descubrir que el camino trazado por la naturaleza era tan poderoso como el marcado por el Creador, que a fin de cuentas era yo quien tenía que hacer el esfuerzo por mantener, mientras que la naturaleza actuaba por sí sola sin mi intervención, es más, era yo quien tenía que reprimirla. Mi capacidad de represión resultó ser bastante escasa, no estaba preparado para defender durante mucho tiempo aquella invasión hormonal que me salía hasta por las orejas


Un día le expuse al padre Millán aquellos pensamientos con la idea que me reprendería o me daría la fórmula para mantenerlos alejados, sin embargo me dijo: 

—Mira Jose, si cierras las puertas al deseo, éste irrumpirá por la ventana


Me sorprendió su respuesta ya que no era lo que esperaba escuchar, ¿no debía cerrar la puerta al deseo?, ¿era una prueba para confirmar mi vocación?, no lo sabía, no sólo estaba dispuesto a averiguarlo sino que el propio deseo me iba a arrastrar a hacerlo


Durante días pensé en las palabras del padre Millán, creo que se me fueron clavando en el subconsciente tal como hace años lo hicieron las de la vocación. El siguiente fin de semana lo tenía libre para visitar a la familia, el sábado por la noche puse una excusa y me fui a una discoteca, fui guiado de manera casi inconsciente, impulsado por una fuerza difícil de controlar, no cabe duda que me estaba dejando llevar


En unos días Mari Puri tiró por tierra la vocación que supuestamente había ido germinando en los años anteriores. El deseo no sólo irrumpió por la ventana, sino que echó la puerta abajo y dejó la casa en estado ruinoso, creo que todavía a día de hoy conservo algo de polvo de los días que pasé con Mari Puri


No era la pérdida de la fe ni la castidad ni el celibato lo que detuvo mi camino hacia el sacerdocio, fue lo que Mari Puri me enseñó, que Dios no nos habría dado la capacidad de amar si no quisiera que amásemos. Todavía recuerdo lo que le dije cuando nos despedimos: "Alea jacta est" (La suerte está echada), a lo que ella me respondió: "Ubi dubium ibi libertas" (Donde hay duda hay libertad). Ella sí me había enseñado latín, también me enseñó que quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una explicación


Y aquí me tienes, ahora, después de casi treinta años, no sé qué hacer, si volver a los hábitos o buscar a Mari Puri


Posdata: "Amor animi arbitrio sumitur, non ponitur", elegimos amar, pero no podemos elegir dejar de amar, eso lo he aprendido yo solo


JM Paredes