Entré en este mundo por una casualidad que parece inverosímil, fue a causa de la burbuja inmobiliaria. Durante años he trabajado en la construcción, mi oficio es encofrador, mi vida era sencilla, rutinaria, me levantaba temprano, tomaba una barrecha en el bar, una acalorada discusión de fútbol o de política con los compañeros antes de llegar a la obra. Duros días de trabajo, frío, calor, corrientes de aire, la piel curtida por el sol, las manos agrietadas por el frío, a media mañana un bocata de lomo con pimientos con unos tragos de vino, un carajillo, un purito rosli, otra discusión de fútbol, unas miradas al trasero de las transeúntes y así transcurría un año tras otro
Un buen día, a primera hora, todavía con el estómago revuelto por la barrecha, se presenta el encargado y a medio grito dice: "Estamos todos en la puta calle", así, de sopetón, sin preparación previa, este tío no ha aprendido las técnicas de empezar las malas noticias con rumores. Pues nada, “a tomar por culo”, ahí se queda el martillo, los clavos, la sierra y “la madre que os parió, cabrones", bueno, las respuestas están suavizadas para no herir la sensibilidad de los lectores
Era viernes y como tal por las tardes nos vemos los amigos del barrio para tomar unas cervezas en el bar del Pepe y discutir de fútbol, de política, y de todas esas cosas que dominamos los currantes, en fin, que les digo la noticia: “Hoy me han puesto en la puta calle”, “¿y que vas a hacer?, pagando la hipoteca tendrás que hacer algo", pues sí, en plan de broma les digo, “me voy a meter a Gigoló”. Y así se quedó la cosa. Pero los colegas por la noche en casa lo comentaron con sus mujeres, “que al José lo han echado a la puta calle y dice que se va a meter a Gigoló”, y éstas a la mañana siguiente lo comentaron en el mercado, la peluquería, etc.. etc... y así fue extendiéndose como la pólvora, de boca en boca por todo el barrio, “José se ha metido a gigoló”, y esos rumores cuando empiezan a correr, no hay quien los pare
No pasaron ni dos días que empecé a recibir llamadas, ¿pero quién les ha dado mi número?, pensé, que sé yo, que más da, lo cierto es que llamaban reclamando mis servicios. Yo no doy un paso sin consultarlo con mi mujer, así que le explico lo sucedido y le digo, “pues esto es lo que hay, ¿qué hago?”, esperando que mi sinceridad aminorara la incuestionable bronca, pero no, me dijo “oye mira, el trabajo es el trabajo, y la hipoteca no espera”, vamos que no lo podía creer
Y así fue como empezó todo, en pocas semanas atendía peticiones de todos los rincones del barrio, eso sí, restrinjo el área de acción al barrio, no me da la gana coger el metro, así que los desplazamientos a pie, con el bocata bajo el brazo y tranquilidad me dirijo a los sitios, saludando a la gente del barrio, parándome aquí y allá en ratitos de charla, sin prisas, a mi hora hago una pausa, me meto en un bar y me como el bocata con una mediana, después un carajillo
Los primeros días, mi mujer repartía tarjetas en el mercado, en la peluquería, incluso puso algún papelito pegado en la frutería y en la panadería, hasta al de la ONCE se lo tenía dicho por si alguien preguntaba, como es un sitio tan concurrido. Pero a las dos semanas ya se tuvo que retirar toda la campaña de marketing porque lo cierto es que ya no daba abasto, de eso hace ya un par de años
Y así estoy, de freelance como dicen ahora, yo prefiero decir que soy autónomo que al fin y al cabo es más español. No es mal negocio si conoces tus limitaciones y ya sabemos el dicho “el que mucho abarca poco aprieta”
Además es un negocio en que la inversión es pequeña, los potingues de metrosexual no son muy aceptados, como mínimo en el barrio, gusta más el tema de la piel curtida por las inclemencias del tiempo y las manos ásperas por el uso de las herramientas de la obra y el hormigón, la verdad es que, al menos en el barrio, causa furor. Es verdad que me he tenido que comprar un traje de bombero, eso se lleva mucho, hay que ver la fijación que se tiene por el cuerpo de bomberos, yo les pregunto a las clientas, “¿por qué esta fijación?”, y no saben responder, dicen, “no sé, pero es que es ver el casco y los pantalones metidos por dentro de las botas y me sale humo por las orejas“, yo siempre había pensado que era por lo de la manguera, pero, no, no es el caso y ya ves, triunfar en éste negocio tampoco es cuestión de manguera, (espero no sean necesarias más explicaciones en éste sentido), no sé, saber escuchar, mimitos, caricias, despertar un cierto instinto protector, qué se yo, dar unos cuantos tiritones cuando te rozan, eso ayuda mucho
Lo del butano también tiene su éxito, no sé si será el color, lo dura que está la bombona, no sé y la verdad ni he preguntado, lo cierto es que a pesar de tener gas ciudad, tengo una bombona de butano en la galería que me llevo de vez en cuando, el otro día, mi madre estuvo en casa y me preguntó qué hacía una bombona de butano en la galería si tenía gas ciudad, le tuve que poner una excusa tonta de la que no quedó muy convencida, a las madres más vale no decirles que te dedicas a este tipo de negocios, sin embargo mi padre está el hombre muy orgulloso, en su día también corrió la voz entre sus amistades, pero tuve que decirle: “Papá, mejor no le digas nada a tus conocidos, que son gente muy mayor”, la verdad es que tuve que poner una edad máxima de atención al cliente, hay límites que no hay que sobrepasar
El día del Barça-Madrid tampoco hago servicios, algunas cosas son sagradas, pero tengo una clienta que el día que dan al Atlhetic por la tele no le puedo fallar, se pone la tele con el partido a los pies de la cama y su entusiasmo es proporcional a como juega su equipo, cuando marca un gol le temo, suerte que no es un equipo muy goleador, que si no, tendría que pedir la baja. En la media parte hacemos un receso y tomamos un café con leche y unas magdalenas, cuando el árbitro pita el comienzo de la segunda parte, empezamos nosotros también, yo rezando porque no marque o porque no le piten un penalti en contra, ya en el tiempo de descuento me hace vestir rápido y me apresura a que me vaya, el marido va a ver el partido al bar de la esquina y no tarda en llegar, más de una vez me lo he cruzado en la portería nos hemos intercambiado un saludo, “buenas tardes”, “buenas tardes”, yo muchas veces le digo: “Hortensia, cualquier día de éstos nos pilla tu marido y va a dejar de saludarme, que lo conozco de toda la vida”, ella se encoge de hombros y se pone a ver la repetición de las jugadas
Hay quien piensa que es un negocio que te permite tener un Rolex, un Porsche, una casa con piscina, en fin una vida de lujo y buenos hoteles, para nada, al menos mi barrio no da para mucho, es casi más una labor social que un negocio bien remunerado, lo mejor de todo es la popularidad, eso sí que no tiene precio, cuando los miércoles, que libro, voy al mercado, todo son saludos y sonrisitas, complace saberse querido en el barrio
Aún así es un trabajo más duro de lo que imaginaba, hay que estar dispuesto a todas horas y cumplir con las expectativas en todo momento, en el barrio a pesar que la gente es sencilla, exige que el trabajo se haga bien hecho y uno debe mantener la reputación a su nivel adecuado
Yo, por mi parte estoy un poco agotado, sólo espero ver si se soluciona el tema de la crisis y puedo volver a los andamios, que ya echo de menos el aire fresco de las mañanas, la calidez del sol del medio día y volver a mirar el culo de las señoras al pasar junto a la obra y decirles “mira que estás guapa esta mañana”
JM Paredes
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