Quien me socorrió me dijo que aguantara, que esperara, que enseguida recibiría ayuda, pero yo sabía que no llegaría a tiempo, intenté hablar pero de mi boca solo salió un balbuceo, las palabras no las pude pronunciar, sólo formaron parte de mi pensamiento, tampoco las respuestas fueron pronunciadas, sin embargo las escuché. Esto es lo que pensé y quise decir y creí oír
—Para ti los días son eternos, para mí tocan a su fin, para ti es fácil esperar, dejar que los días pasen porque vendrán más, el tiempo sopla a tu favor, pero para mí los suspiros cuentan, uno, dos... no volveré a ver salir el sol—Volverás a verlo salir, si no es aquí será en otro lugar, si no es mañana será en otro momento de la eternidad—No creo en el más allá, cuando dé mi último suspiro será el final—Ese es tu pensamiento, pero no es esa la realidad, después del último suspiro vendrán más y todos los recordarás
Cuando me recogió del suelo pensé que ya no estaba vivo, levanté la mirada pero el sol me cegaba, no veía su rostro, quedaba a la sombra de los rizos de su pelo, sólo intuía la silueta de su cara y la fuerza de su mirada
En aquel momento estaba convencido que si aún no había muerto, estaba mi vida pendiente de un hilo, del que me balanceaba, todo se movía, apenas podía sostener el peso de los párpados que sólo me dejaban una rendija de claridad, me pesaban como una losa que no podía levantar, sentía que escuchando esas palabras se me iba lo poco que me quedaba de vida
Sentí su mano acariciar mi cara y me desvanecí, quise aferrarme a ella, pero me sentí entrar en un pozo cada vez más oscuro y más silencioso, noté cómo los músculos se me relajaban y deseé dejarme llevar por una paz que me extasiaba, caía en la nada, sentí cómo flotaba de un lado a otro mientras iba cayendo en una profundidad que no tenía fin
Supe después que era el bamboleo de unas parihuelas en las que unos camilleros me llevaban, cuando abrí los ojos después de unos días lo primero que vi fue su rostro, estaba iluminado por la luz rojiza del sol del amanecer, reconocí su voz, era ella la que estaba allí, mi deambular por los caminos del azar me llevó donde tenía que llegar
JM Paredes
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