Le quise dar una sorpresa presentándome en su casa sin avisar, pero el sorprendido fui yo, al entrar en su habitación guiado por unos gemidos que se escuchaban desde el salón. Presté un momento de atención y después de unos segundos pude comprobar que sólo era ella la que parecía gozar, puesto que de la alcoba solo salían gemidos de mujer, entonces pensé que quizás sería ella misma que estuviera dándose placer, cosa que mi propia imaginación me hizo creer y que había llegado a aparecer en una inmejorable ocasión, por lo que guiado por mi inconsciente manera de proceder, en un santiamén me despojé de mi ropa y quedé desnudo para aprovechar momento tan oportuno, pero cual fue mi desilusión cuando abrí la puerta de la habitación y pude comprobar que las que gozaba no era una, sino dos, “siento interrumpir tan acalorada discusión”, fue lo único que se me ocurrió decir al verlas mordiéndose los labios con apasionada desesperación. Se ve que no me oyeron, porque no detuvieron el inmenso revolcón que tan acaloradamente se daban sobre el colchón
Así que cerré la puerta de golpe y volví a entrar, esta vez, sí, al oírme llegar, interrumpieron su agitado bienestar y asombradas me miraron, yo me quedé atónito mirando los cuatro ojos sin saber qué hacer, debieron ver mi cara asombrada, porque sin decir una palabra me hicieron gestos para que pasara, pero yo no salía de mi estupefacción y no pude más que decir “volveré si eso en mejor ocasión”
Cerré la puerta y me vestí, no supe si preparar un chocolate caliente y esperar, o irme y la próxima vez, antes de venir llamar. Eso me pasa por llegar sin avisar. Al final decidí esperar y preparar el chocolate. Cuando pensé que ya habían dejado de jadear, les llevé a la cama en una bandeja dos tazas humeantes, unas pastitas y una flor dibujada en un papel, lo cual agradecieron y lo tomaron con suma avidez, parece que rápidamente repusieron sus fuerzas y de nuevo me propusieron participar con ellas en su acalorada discusión, pero no estaba yo muy entusiasmado con la idea y además tenía cosas que hacer, así que me disculpé, recogí las tacitas y la flor dibujada en el papel y me despedí con una reverencia y con un “señoras... a sus pies”, y es que en cualquier circunstancia prefiero seguir siendo un caballero que un individuo descortés
JM Paredes
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