18 dic 2022

18. La chica de la oficina


La vida se tuerce en poco tiempo, un mal paso, una decisión errónea, una equivocación, un mal entendido, una mala interpretación y todo se va al garete. Ahora he aprendido que como mujer tengo un defecto muy peligroso, desconozco si se da solamente en mí o es extensible a otras mujeres también. En cuestiones sentimentales tiendo a confundirme, tengo la inclinación a pensar que lo que mi mente ha formado es la realidad, cuando ha quedado más que demostrado que no ha sido más que mi propia imaginación quien me ha engañado

Hacía años que había solicitado el cambio a una sucursal cercana, si fuera posible en mi mismo barrio, estaba harta de recorrer diariamente quince paradas de metro y después esperar un bus que me llevaba a un rincón lejano en el otro extremo de la ciudad, un lugar apartado y medio marginado que ya empezaba a odiar. Cuando lo acepté lo hice cegada por el ascenso, que dicho sea de paso, me había ganado, pero no supe esperar, acepté aquél ofrecimiento sin pensar

Seis meses atrás el director me llamó a su despacho para comunicarme que me habían concedido el traslado a una oficina cercana a mi casa a la que podía ir caminando en no más de cinco o seis minutos, me sentí jubilosa, tanto tiempo esperando y ahora por fin ha llegado, pensé dada la experiencia anterior, ahora sabiendo esperar tarde o temprano se obtiene lo que se desea, y así fue

Alguien se jubilaría en pocas semanas y se necesitaba cubrir una plaza de interventora, el puesto de interventor es el segundo de una oficina bancaria por debajo del director, y participa en la toma de decisiones, concesiones de créditos, atención a los clientes y también es mando sobre el resto de empleados, es un puesto relativamente importante, la lógica aspiración de los interventores es ascender a directores de sucursal, tengo que reconocer que yo también participo de estas aspiraciones, como uno de mis principales objetivos. Dedico muchas energías al trabajo, ha habido momentos que solo he vivido para él

Fue la primera persona que vi el primer día que entré en mi nueva oficina, estaba sentado en una mesa de atención a clientes justo en frente de la entrada. Siempre voy bien arreglada, ese día lo iba especialmente, quería causar buena impresión, a los compañeros y también al director, sus referencias son fundamentales para un posible ascenso, además de eso, me gusta quedar bien, alguien me dijo una vez que no hay una segunda oportunidad para formar una buena primera impresión, y lo suelo tener en cuenta

Cuando entré pensé que me dedicaría una mirada, aunque no me conocía puesto que era la primera vez que iba, pero no sé por qué imaginé que me miraría, sin embargo ni siquiera levantó la vista, a pesar de que intuí que me siguió con la mirada cuando pasé por su lado, estuve segura que miró mi espalda, al sentir esa sensación reconozco que me contoneé un poco más de lo necesario para que entendiera que sabía que me miraba. Pensé que era un engreído, giré la cabeza para sorprenderlo mirándome y poder ignorarlo, pero no me estaba mirando, no me miró

Ahora, después de estos meses, creo que fue justamente ése momento el detonante que me llevó a obsesionarme con él, cuanto menos caso me hacía, más me atraía, era como la rabieta de una niña caprichosa y mimada que no puede conseguir lo que desea. Día tras día intentaba acercarme, pero su trato no era más que profesional, no pasaba de ahí, yo intentaba por todos los medios hacer que se fijara en mí, pero parecía que él era consciente de ello y me castigaba con su indiferencia. Me convencí que lo hacía por despecho, que en el fondo yo le gustaba hasta llegué a pensar que me quería, pero por algún motivo que yo desconocía, él no daba el paso que yo buscaba con todas mis ganas. Me insinuaba, en algunos momentos con un descaro que ahora me pasma, pero creo que había perdido la razón, no lo soportaba

Me quitó el sueño, y cuando dormía, con él soñaba, estaba en mi mente a todas horas, todos los días. Repasaba mentalmente todas las palabras que yo le decía y las que él contestaba y siempre encontraba un motivo, una explicación por la que me convencía que él estaba fingiendo, que en el fondo me quería, pero por algún motivo desconocido fingía, eso es lo que más me irritaba, por qué queriéndome me quería hacer ver que me odiaba, no lo entendía, eso me ofuscaba

Un día, en el pasillo que conduce a los archivos, nos cruzamos, yo entraba y él salía, me puse descaradamente delante, hizo un gesto de esquivarme pero me acerqué, volvió a intentar sortearme, pero me acerqué más hasta que los cuerpos se juntaron, me quedé quieta mirándolo, él se quedó inmóvil mirándome, levanté la cara y respiramos cada uno el aliento del otro, así nos mantuvimos unos segundos, yo permanecí quieta, mirándolo a los ojos fijamente, después de unos inenarrables segundos, él pasó su mano por mi espalda, la bajó lentamente y me apretó fuertemente contra él, cerré los ojos y noté su cálido aliento junto a mis labios, notaba la fuerza de su pubis contra el mío, pensé que por fin es mío, pero la corta distancia que separaron sus labios de los míos solamente sirvió para que pudiera sentir de más cerca la palabra, no

Me había rechazado, me había arrugado como un papel inservible y me había arrojado a la basura, me enfurecí, le chillé, pataleé, le golpeé, de la rabia rompí los botones de mi camisa, mentí, grité que me había intentado forzar, que había querido abusar de mí, me volví loca. Enseguida vinieron todos, perdí los nervios, mantuve que se había abalanzado sobre mí, que yo lo había rechazado y no lo había podido resistir. Él se mantuvo sereno y callado, el director no sabía qué pensar ni qué decir, se dirigió a él y le pidió una explicación, pero él no dijo nada, solamente miró al techo, todos le seguimos con la mirada, había una cámara que nos enfocaba

Pedí perdón, les dije que había perdido la cabeza, que no sabía que me había pasado. Él me perdonó, los compañeros y el director también, pero con una condición, tenía que volver a la sucursal que está allá, perdida en un rincón. Donde ahora voy y vengo cada día con una aprendida lección, procurar no volver a dejarme arrastrar por una obsesión

JM Paredes

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