De niño fui monaguillo, mi tarea como ayudante del párroco en la liturgia de las misas en la iglesia de la Virgen de la Luz no me reportaba la más mínima ilusión ni lo hacía por devoción ni en absoluto por convicción, si estaba allí no era por otra cosa que por don Ramón, el maestro de la escuela, tampoco es que lo hiciera por respeto, sino porque me obligó el muy c... (si es que se me permite mencionar al rumiante macho de grandes cuernos huecos). Los apelativos con los que era conocido eran ricos y variados, ya no sólo entre los alumnos por los que estaban de sobras justificados y rivalizaban en encontrar el más ingenioso, sino incluso entre el vecindario, afines y conocidos, hasta por el resto de profesorado, al parecer el único que lo mantenía entre los límites de sus próximos allegados era don Andrés, el cura, cuyo nombre no rimaba con el mismo apelativo, pero como si lo hiciera, puesto que eran de la misma condición, es decir también era un c... (si se me sigue permitiendo la alusión)
Don Ramón, el maestro, como se puede suponer, me tenía manía, no es que por aquél entonces yo fuera un santo, como no sigo siéndolo ahora, pero al fin y al cabo era un niño y si me excedía en alguna travesura siempre quedaba el recurso de una buena hostia ante su desesperación y con más de una me consagró. Seguramente esa relación de ideas fue lo que le llevó a pensar en llevarme ante el cura, con la inútil esperanza que si no podía enderezarme la educación, habría que intentarlo con la religión. Aunque más tarde se demostró que ni con la ayuda de Dios pudo ser, al parecer era un caso perdido como a la vista queda
Pero claro, a pesar de mi corta edad, hacerme pasar por el aro ya fuera de la educación o de la devoción, me daba un poco de rabia y aunque no me quedara más remedio, ya que llegué a la conclusión que prefería las hostias de don Andrés, el cura, a las de don Ramón, no lo hacía con agrado y en mi infantil ingenuidad pensé que alguien tenía que pagar el pato, no podría ser don Ramón porque aunque fuera un c... era listo el c...., pero don Andrés, el cura bonachón, no era muy espabilado, tenía el intelecto medio atrofiado de tanta misa, tanto vino y tanto gallo. No es que fuera premeditado, puesto que un niño no premedita, sino que en su inocencia es travieso, por lo que puede ser “movido” pero nunca malvado
Ahora que empiezo a ver las cosas con más claridad, creo que fue el propio maestro, don Ramón, el que no sabiendo cómo hacer la puñeta al cura, pretendiéndolo desquiciar tal vez, como seguramente lo debía haber estado él, planeó que siendo yo el monaguillo, los problemas los tendría asegurados, con lo que me ofreció como regalo envenenado. Tal como así sucedió, por algo era el maestro y por ende más astuto que los demás. Recuerdo que cuando algunas de mis trastadas lo hacían cabrear, conteniendo la ira me decía “José, no se haga el tonto que no le hace falta”, una frase que aunque absurda pareciere, ha sido de suma importancia para mí, me hizo ver y comprender que no es mas listo el que más listo es, sino el que menos listo parece, tengo que reconocer que a lo largo de mi vida la he tenido que agradecer más de una vez
Al cura se lo hice pasar mal, tal cómo don Ramón presagió, o quizás más bien como tramó, la verdad es que en mi ingenua disposición no hice más que servir de instrumento del maestro para amargar la existencia del párroco. Su plan funcionó como el mejor mecanismo de relojería, que ingenuidad la mía, creyendo ser yo en mi infantil situación, cuando la venganza era de don Ramón, lo que es la sagrada manipulación...
Ahora lo comprendo, don Ramón no hacía más que sutilmente potenciar mi inconsciente acción y las insignificantes acciones de venganza de mi mano, se veían multiplicadas por la adulteración que la dialéctica de su imaginación conducía a la disparatada interpretación del párroco. Si no terminó loco el pobre hombre poco faltó, la culpa, ahora lo entiendo, no era mía, sino de la insidiosa manipulación de mi pedagogo y mentor
Fíate de maestros, o andas con los ojos abiertos, o te utilizan como si fueras el más vulgar de los necios
Ahora de mayor, sigo siendo tan rebelde o quizás más que de pequeño y me da la misma rabia que me intenten manipular, por eso me sigo sublevando, lo que pasa es que como antes, prefiero recibir unas hostias a otras que duelen más y prefiero pasar un poco más por tonto tranquilo que por listo ahostiado. En fin, cosillas que se aprenden con la edad
Quedo comprometido desde ahora y dadas las circunstancias a explicar las putadillas que le hacía al cura don Andrés, con el visto, digamos bueno, del maestro don Ramón, que me mantengo en mis trece que era un c... pues eso
JM Paredes
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