27 dic 2022

39. Estudio de pintura

Se bajó del taxi a dos manzanas, podría haber ido andando pero lloviznaba ligeramente y acababa de pasar por la peluquería, no quería estropear un peinado por unas gotas de agua. Abrió el paraguas y caminó hasta el estudio de pintura. No estaba muy segura de qué fue exactamente lo que la llevó a aceptar la invitación a posar para un cuadro. Lo cierto es que se sintió confiada tras las cortas conversaciones que había mantenido con él desde hacía un par de semanas, le había inspirado confianza, pensó que eso es algo que se nota, nunca le había fallado, bueno, nunca... nunca..., pero ahora, en este caso sentía confianza
Se detuvo en el número 22, recorrió con la vista los cinco pisos de altura de la fachada, se lo pensó durante unos segundos, puso la mano en el timbre del ático, la retiró un par de veces antes de decidirse, ¡qué caray!, y pulsó. Al cabo de unos segundos sonó la voz por el interfono
—Quién 
—Soy Clara, hemos quedado a esta ahora 
—Hola Clara, sube, por favor 

Aún estuvo a un paso de dar media vuelta e irse, pero se escuchó abrirse el automático de la puerta, la empujó y entró, había ascensor, pero prefirió subir por las escaleras, pensó que le daría tiempo a arrepentirse antes de llegar arriba

Mientras subía recordó el primer encuentro, se sentó en una cafetería, precisamente un día medio lluvioso como hoy, se sentó en una mesa estrecha individual y pidió un cortado con sacarina, lo fue tomando abstraída mientras miraba los mensajes del móvil, repasaba viejos mensajes que no borraba por nostalgia, aunque ya los tenía medio olvidados, hizo intención de borrarlos, pero los dejó y volvió a guardar el móvil en el bolso. Levantó la vista y se mantuvo un rato pensativa mientras terminaba los últimos sorbos del cortado, cuando observó un tipo en la mesa de enfrente, a escasos dos metros que la observaba y dibujaba en su bloc con varios lápices de carboncillo, le pareció que la estaba dibujando a ella, frunció el ceño, apretó los labios y le dijo molesta
—¿Me estás dibujando a mí? 
—Sí, te pido disculpas, lo siento, si quieres arranco la hoja y te la doy —le acercó el bloc para que lo cogiera. Ella lo cogió y se quedó mirándolo durante unos segundos
—Está muy bien, me gusta ¿me lo puedo quedar? 
—Por supuesto, es tuyo, discúlpame sólo me entretenía mientras tomaba un café 
—Veo que eres pintor 
—Pinto por afición, en realidad soy funcionario, tengo las tardes libres y me permite tener algún hobby, me gusta pintar, no es más que pasatiempo

Continuó subiendo las escaleras, llegada al primer piso se arrepintió de no haber cogido el ascensor ya que llegaría sudando, a pesar de eso continuó por las escaleras porque tenía el convencimiento que en cualquier momento daría la vuelta y correría escaleras abajo 

Mientras continuaba subiendo pensaba en los siguientes encuentros que mantuvieron, dos días después, volvió a pasar por el café a la misma hora, esta vez con la esperanza de encontrarlo, entró en el café y dio un vistazo buscando una mesa vacía, todas estaban ocupadas, estaba sentado en una de ellas, sus miradas se cruzaron y él le hizo un gesto para que se sentara en su mesa, Clara sonrió y asintió
—Estaba dando un paseo y he entrado a tomar un café 
—Yo suelo venir casi a diario, como y después vengo junto al estudio a tomarme un café, después paso la tarde pintando 
—¿No vendes los cuadros? 
—Entrego algunos en depósito en tiendas y cuando los venden me dan algo, pero no es venderlos lo que me motiva, pinto por el placer de pintar
—¿Qué motivos pintas?
—Lo que se me ocurre o me apetece en cada momento, muy variado, a veces un paisaje, un abstracto o un retrato
—¿Harías un retrato para mí? 
—Depende, si es por encargo no puedo, tengo que tener la inspiración y la motivación para pintarlo, cuando me han hecho un encargo de algo en concreto no he podido hacerlo, me crea ansiedad y he tenido que rechazarlo, sólo pinto lo que me apetece
—La verdad es que el retrato que me hiciste el otro día me gustó mucho y me gustaría que me hicieras uno, pero no quiero que te sientas presionado, cuando te apetezca me lo dices 

Ya iba por el tercer piso, ahora empezaba a recordar con simpatía los siguientes encuentros, casi todos los días coincidían en el café, el trato era agradable y cordial, se sentía bien tomando ese café de la tarde, había encontrado un aliciente para salir por las tardes después de comer, normalmente llevaba al trabajo una ensalada y después se quedaba allí mismo leyendo un rato hasta la hora de empezar de nuevo, pero había descubierto que se encontraba bien compartiendo esa media hora con él 

Empezaron a sentirse confiados y por qué no a sentir una cierta atracción, las conversaciones comenzaron a ser algo más personales, se hicieron asiduas las miradas y frecuentes las sonrisas, nada extraño en ello, fruto de la confianza y el encontrarse bien. Hace un par de días, intercalado en una de las sonrisas, él dijo
—Me apetece pintarte 

Ella pensó que hacía dos semanas le pidió que si le podía hacer un cuadro, pero ahora no sabía exactamente el significado de esas palabras, sin duda algo de metáfora tenían, la sonrisa se borró de su cara
—Muy bien, cuando quieras 
—Yo estoy libre todas las tardes, cuando a ti te vaya bien

Ha llegado al final de la escalera, la puerta del estudio está cerrada, piensa que todavía puede volverse, espera unos segundos y pulsa el timbre, del interior se oye una voz que dice “la puerta está abierta”, pero Clara dio media vuelta y bajó las escaleras sabiendo que algo dejaba detrás, temió perder la ilusión tumbada en un sofá. Por su cabeza sobrevuela la sombra de la quimera, dio media vuelta dejando su esperanza tras la puerta abierta, en su corazón cualquier cosa menos calma 

Llegada al portal, una voz suena por el interfono
—Clara 
—Perdóname, me tengo que ir 
—¿Qué es lo que te asusta? 
—Los fantasmas del pasado 
—No están aquí, estoy solo 
—Tengo miedo de las telarañas de los rincones 
—Déjalas, no hacen nada 
—Prometes que no hay nadie más 
—Lo prometo, dejo la puerta abierta por si quieres pasar 

No fueron necesarias palabras, suficiente con un abrazo, en el sofá no dejó la ilusión, sino que reencontró la esperanza

JM Paredes

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