Me quedé callado con la mueca de no tener ni idea de qué me hablaba, mientras, él me miraba con la severidad de una inminente reprimenda, yo permanecí pensativo con los ojos entrecerrados intentando asimilar lo que me decía, la enfermera mientras tanto daba vueltas disimulando con sonrisita burlona
Al salir de la consulta había en la sala de espera un tipo un tanto raro, pensé, “este sí que tiene pinta de ser el tal Pedro”, afectivamente, segundos después escuché a la enfermera decir “Pedro Cortés”
JM Paredes
¡Qué disgusto!, “adicto al sexo”, me dijo el médico mirándome por encima de las pequeñas gafas que usaba para leer
— ¿Cómo que adicto al sexo, doctor?, — le pregunté con perplejidad— Pues eso, que es usted adicto al sexo, es lo que sale aquí, — lo decía repasando los papeles del análisis que me había mandado hacer unos días antes, me volvió a mirar y continuó hablando— A ver qué puede ser si no, Glucosa 120, Triglicéridos 30, Albúmina 12, Hierro (me volvió a mirar por encima de las gafas) ¡39!, Fibrinógeno ¡510!!!, Transaminasas por los suelos, usted dirá a qué se debe si no este tremendo desajuste y esta carencia inusitada de enzimas— Pues no sé, yo no soy médico— ¡Exacto!, — respondió él, dejando caer los papeles sobre el escritorio, — ¡es usted adicto al sexo, sin ninguna duda!
Entreabrí los brazos negando con la cabeza y puse gesto de no entender qué me decía, el doctor dijo “no se haga el tonto, que ya sabe de qué le hablo” y la enfermera a esas alturas ya con descaro y pitorreo me hizo un gesto arrugando los morritos y guiñando un ojo con mofa. Yo me quedé pasmado al tiempo que dubitativo, me llevé la mano a la barbilla, torcí la boca en la manera de no comprender y subí las cejas mientras negaba con la cabeza
— Sí, señor Pedro, no intente ahora andarse por las ramas, ¡es usted adicto al sexo!, ¡está más claro que el agua!, — repitió el médico mientras daba golpecitos con la palma de la mano encima de las hojas del análisis y me miraba por encima de las gafas— A ver una cosa doctor, cómo que señor Pedro, yo me llamo José, no Pedro
El médico llevó la mano con parsimonia a los papeles que habían quedado dispersos encima del escritorio, se ajustó las gafas y leyó el nombre, después dijo
— Pues tiene usted razón, a ver señorita, ¡dónde están los análisis del señor José!
La enfermera se apabulló al darse cuenta que había metido la pata y se puso a buscar entre el montón desordenado de papeles mientras yo por no agobiarla más disimulaba mirando al techo, al fin los encontró y se los entregó. El médico los comenzó a leer mientras musitaba Triglicéridos Glucosa Transaminasas Hierro , así hasta haber completado las dos páginas, después, asintiendo con la cabeza, pero en silencio, los volvió a repasar y dijo
— Pues señor José, buenas noticias, está usted hecho un toro, es más, le veo un inusual exceso de hierro —eso ya me cuadra más, pensé, y de verdad que lo intenté, pero no pude contenerme mirar a la enfermera y devolverle el gesto de arrugar los morritos
JM Paredes
No hay comentarios:
Publicar un comentario