Nunca solía salir tan tarde del hospital, acostumbraba a permanecer unas horas más por mi cuenta analizando bajo el microscopio la morfología de las células de algunas patologías que me resultaban interesantes. Esa noche hice un pequeño descubrimiento que me resultó apasionante y el tiempo se me pasó tan rápido que cuando me vine a dar cuenta era de madrugada, me puse la cazadora, cogí mi cartera, apagué la luz y me fui
No me extrañó no encontrar a nadie por los pasillos, a esas horas ya no hay actividad. Estaban en penumbra, las luces se apagan a las diez y solo queda la iluminación de seguridad, el silencio era total, me sorprendió no escuchar absolutamente nada, tampoco nunca me había quedado tan tarde por lo que no le di demasiada importancia
Pulsé el botón del ascensor pero no funcionaba, bajé por las escaleras, atravesé el vestíbulo pero al llegar a la puerta principal estaba cerrada, me pareció extraño, supuse que siempre estaría abierta. Pensé buscar al vigilante pero caí en la cuenta que podría salir por Urgencias, por ahí siempre está abierto
Volví a atravesar el vestíbulo, entré en el pasillo que da acceso a la zona de Urgencias, pero no había nadie en el control, los módulos en los que deberían estar los pacientes estaban vacíos, los monitores estaban apagados, de repente me di cuenta que estaba todo desordenado, carpetas abiertas, algunos papeles en el suelo, me detuve un momento para intentar pensar con claridad, alguna explicación debía haber, intenté concentrarme en mis sentidos, no oía absolutamente nada, ni siquiera el leve zumbido de los equipos del aire acondicionado, un silencio total, ni siquiera olía a nada, ni vapores de alcohol, ni ese olor característico de las Urgencias
Fui hacia la puerta de salida, al llegar vi que también estaba cerrada, entonces sí me asusté, forcejee aún sabiendo que sería inútil. Cogí mi móvil para pedir ayuda, pero estaba apagado, intenté encenderlo, pero se había agotado la batería. Volví al control, levanté el auricular del teléfono, no había línea, descolgué uno a uno los que encontré, todos igual, pensé que estaría pasando algo de lo que no me había enterado, no supe qué, pero algo tenía que haber ocurrido para que todos se hubieran ido. Recorrí los pasillos de nuevo camino del vestíbulo
Al llegar, subí las escaleras hasta la primera planta, debían estar los pacientes en sus camas, pero todo estaba vacío, subí dos o tres plantas más y todo igual, no había nadie, los teléfonos inutilizados, los ordenadores apagados, solo las luces de emergencia estaban encendidas
Bajé de nuevo al vestíbulo, de repente, en mitad del silencio me pareció oír un lejano murmullo, di vueltas sobre mí mismo para tratar de localizar de dónde procedía, era tan leve que apenas lo oía, pero agudicé el oído, me fui moviendo por intentar localizar la procedencia, hacia las escaleras se hizo ligeramente más intenso, me quedé parado y escuché atentamente, el murmullo venía del sótano
En los sótanos están las unidades de servicios del hospital, los vestuarios, algunos equipos especiales y también otros antiguos ya sin uso. Pensé que podría haber alguien de mantenimiento y eso me tranquilizó, bajé un tramo de escalera y sí, el sonido era un poco más intenso, escuchaba un murmullo
Anduve por los pasillos, el sonido se hacía cada vez más intenso, fui abriendo las puertas, pero de ninguna de ellas salía, entré en los vestuarios, en las duchas, miré por todos lados, pero en cada sitio que entraba, el sonido se reducía, era más intenso en el pasillo, al llegar al final una puerta doble con el letrero “Depósito”, donde están los cuerpos inermes para ser estudiados y analizados los restos de quienes un día fueron custodios de la vida, me daba respeto, pero los cuerpos sin vida no producen murmullos, hice un esfuerzo por superar el temor, tengo que reconocer que tuve que tragar saliva antes de abrir la puerta, pero la abrí y entré, de repente el murmullo paró, de nuevo se hizo el silencio, un silencio sepulcral, un silencio tan intenso que se podía respirar, un helor tal que veía mi propio vaho, y un olor a formol que me dio escalofríos. El sonido procedía de allí, de eso estaba seguro, lo escuché antes de entrar, pero ahora todo estaba en silencio, no había nadie, nadie en ese lugar, había una puerta que daba acceso a un vestuario donde se guardaban batas verdes, mascarillas, delantales y diversa indumentaria más, pero allí no había nadie
Solo estaban las neveras y un par de sólidas mesas de acero inoxidable. El lugar es siniestro e incita al miedo, pero respiré hondo y me serené, sé que el miedo es irracional, que no se puede controlar, que si te domina te aterras, pero lo dominé, dominé el inicio de pánico que me iba a dar, y comencé a serenarme, a no tener miedo, a sentirme seguro, me relajé y me quedé allí, de pie, calmado, mi respiración se hizo pausada, al cabo de un rato, cuando ya estaba totalmente sereno empezó de nuevo a surgir un leve siseo que se fue convirtiendo en un tenue rumor y poco a poco se fue transformando en un murmullo que procedía de todo alrededor
No tuve miedo, ni pánico, ni terror, comprendí que eran las almas que un día daban vida a aquellos cuerpos y ahora se encontraban perdidas sin saber qué hacer ni dónde ir y entre ellas cuchicheaban intentando encontrar su propia explicación. Me quedé un rato más, escuchándolas y para que me vieran y se dejaran de asustar
No sé qué sería de ellas, porque después de un rato me fui, recorrí de nuevo los pasillos, subí las escaleras, en el vestíbulo había gente, miré mi móvil y estaba encendido, miré la hora, las ocho ya no me fui a casa, me fui de nuevo al laboratorio a mirar por el microscopio, un radiante sol entraba por la ventana
JM Paredes
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