18 dic 2022

13. Voto de castidad


Lo tengo decidido, voy a dejar el trabajo y solicitar el ingreso en un monasterio. Para ir habituándome he empezado a hacer voluntariamente y por propia iniciativa votos de castidad, obediencia y silencio, me someto, mientras tanto, al retraimiento para dedicarme exclusivamente a la contemplación

Ahora, en otoño, es un buen momento para dedicar el tiempo a ver las hojas de los árboles desprenderse de sus tallos, bambolearse en el aire hasta caer al suelo. Detenerse durante un paseo matutino a contemplar las gotas de rocío que han quedado atrapadas en una telaraña, preparar después un café humeante con unas tostadas para desayunar. Dejar los días pasar sin preocupaciones, entre lecturas de libros rebuscados en la biblioteca, tomar un rato el sol sentado en el banco de un parque, pensar en el misterio de las estrellas, contemplar cómo una docena de abejas revolotean alrededor de un panal

Mientras llegue el momento, me reafirmo en mis votos, no quiero saber nada de placeres que no sean del espíritu, llevar una vida monacal, y cuando las hormonas aprieten, concienciarme porque cuando uno toma una determinación hay que llevarla hasta el final

Me he dado un plazo de un mes, para probar, por si acaso me arrepiento. De momento lo del voto de castidad lo llevo bastante bien, ahora, pero los de silencio y sobre todo el de obediencia creo que me van a superar, me temo que no se me va a dar bien lo obedecer sin más

Lo que me motiva es plantar coles aunque tenga que levantarme a las cuatro de la mañana a rezar, la ventaja es que los monjes se acuestan temprano, no como yo, que me dan las tantas y por la mañana cuando suena el despertador me acuerdo de todo el santoral, pero bueno, qué le vamos a hacer

El monasterio me gustaría que fuera antiguo, cisterciense a ser posible, con historia y anterior a la época de la reconquista, cuando la lucha por la fe era exacerbada, algo se ha debido quedar impregnado en las piedras de aquella batalla, el de Poblet, por ejemplo, me iría muy bien, ya me veo con mi hábito de fraile, la coronilla rapada, las sandalias y la azada camino del huerto bien temprano, a recoger patatas

Me imagino con las manos endurecidas de callos de cavar entre terrones y las yemas de los dedos despellejadas de arrancar coles, los pies encharcados por el agua de la lluvia y el barro, la espalda achicharrada del sol, y el cuerpo empapado en sudor, ¿no se aguarda entonces con ansia la hora de cenar una sopa migada con pan y después ponerse a rezar y por fin tumbarse en un catre rendido por el cansancio y dormir como un bendito hasta las cuatro de la mañana para volver a empezar?

JM Paredes

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