18 dic 2022

9. Siempre es invierno


Siempre es invierno en este apartado claro del bosque de las ilusiones, hastiado del frío, de los copos de nieve, del plumaje blanco de las lechuzas, de los roedores albinos que se camuflan, del aire helado que mantiene siempre visible el vaho, pregunté un día al hada que lo habitaba que cuando llegaba la primavera, cuándo los campos se pintaban de verde, los árboles se sacudían de sus ramas la nieve, cuándo los trigales se moteaban del rojo de las amapolas, cuándo acudían las alondras y anidaban las golondrinas, cuándo los rayos de sol obligaban a buscar el cobijo de una sombra

El hada, tras su gélido vaho, contestó que nunca, que le gustaba el invierno, le pregunté si acaso ella dominaba sobre las estaciones, si tenía sometido el tiempo a su capricho, me contestó que sólo en ese apartado claro del bosque, que estos eran sus dominios, y que en ellos mandaba con omnipotencia. Y qué pasa si a mí me gusta la primavera, le pregunté, qué podía hacer para que el calor volviera, se rió y dijo que nada, que no podía hacer nada, que en ese claro del bosque siempre sería invierno porque ese era su deseo, y si no estaba conforme, que me fuera 

Sin mediar una palabra más empecé a guardar las pocas cosas que me pertenecían en un zurrón que ella misma me ayudó a preparar, mientras tanto una lechuza con los ojos desorbitadamente abiertos y una pareja de liebres blancas sentadas sobre sus colas encima de la nieve, nos observaban embelesadas sin comprender qué pasaba, no tenía en ese momento tiempo de explicárselo, ni los pobres animalitos probablemente entendieran de estaciones más que cuando llegan, aún así les dije que había llegado el momento de que me fuera, por un instante imaginé que en sus caras se reflejaría una expresión de tristeza, hasta incluso la de una súplica para que no me fuera, pero sus rostros permanecieron inmutables como si nada estuviera pasando, sólo la lechuza de vez en cuando parpadeaba con esos inmensos ojos redondos, y las liebres no paraban de mover sus hocicos como si masticaran 

Sólo la flor de un cyclamen se giró y dijo en una exclamación, yo también estoy harta de invierno, ni siquiera me sorprendió que una flor de invierno pudiera hablar, me la quedé mirando para contestarle, pero antes de que pudiera abrir la boca dijo, sí que puedes hacer algo más, ¿sí?, le pregunté, sí, tú también puedes cambiar el tiempo si así lo deseas, la verdad es que nunca lo había intentado y dudaba que pudiera ser cierto, pero entonces miré a la lechuza y a la pareja de liebres que asentían convencidas de que así era

Dado que una flor y unos animalitos del bosque así lo creían, pensé que porqué no lo podía creer yo, y entonces deseé que llegara la primavera, que la nieve se derritiera, y que el sol brillara, y sin hacer ningún otro esfuerzo, ni declarar ningún conjuro ni sortilegio, el sol empezó a brillar con más fuerza, la nieve comenzó a caer de las ramas de los árboles, y la que estaba en el suelo se derretía, y el agua cristalina que de ella surgió se encaminó serpenteante hacia el riachuelo que creció. Al cabo de pocos minutos, la hierba verde que permanecía aprisionada bajo el manto de nieve surgió, unos capullos de amapolas se abrieron, y unas margaritas, y otras infinitas flores sembraron el claro de colores, las liebres asintieron mientras sonreían en signo de aprobación, la lechuza dio una vuelta completa a su cabeza y dio un revoloteo alrededor, el cyclamen se estremeció al sentir el calor y el hada, el hada no dijo nada, sólo contemplaba unas parejas de alondras que en ese momento llegaban, yo yo respiré hondo y pensé, bendita primavera

JM Paredes

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