28 dic 2022

41. El hombre de cera


Desde Plaza Cataluña bajo las Ramblas, camino despacio, no tengo prisa, no sé donde voy, me entretengo un instante con cualquier cosa que llame mi atención, si algo me gusta, me paro y miro, después sigo hacia ningún lugar, simplemente camino hasta que algo me vuelva a llamar la atención y me vuelva a detener

De repente presiento algo extraño que me hace mirar, es un tipo sentado en un carrito que me sisea, me giro y lo veo quieto como una vela, que tipo más raro, miro sus ojos, están apagados, ni siquiera parpadea, sin embargo otra vez me sisea, le hago un gesto con la mano preguntando si es a mí, me dice que sí, pero ni se menea. Estoy mosqueado porque este tío es el maniquí del Museo de Cera, no puede ser, me estoy volviendo loco o el loco es él
—Acércate, por favor —me dice con naturalidad, pongo cara de sorpresa, la verdad
—Pero si eres de cera, cómo es que puedes hablar
—Es una historia muy larga de contar 
—No tengo prisa, te escucho 
—Ahora no puedo, me tienes que ayudar
—No estoy muy seguro, me empiezas a asustar 
—Es que esta historia no tiene nada de particular 
—Eso lo dirás tú, que sabes de qué va 
—Verás, soy inglés, soy el príncipe Enrique de Battenberg ,durante mucho tiempo he estado ubicado en el salón de té que representa a la corona británica y su dominio sobre la India, varios personajes formaban la escena, está la reina Victoria, el príncipe Alberto de Sajonia, el secretario de colonias, Joseph Chamberlain y la princesa Beatriz, hija de la reina y mi enamorada. Durante muchos años hemos estado juntos, lado a lado, tan hermosa, cariñosa y educada es, que me he enamorado. Estábamos muy contentos, cada día que pasaba, más la admiraba, tan bonita y elegante, el tiempo por ella no pasaba, ella de mí también enamorada
—Sigue contándome 
—Un buen día, cuando estábamos más a gusto llenos de dicha y alegría, vinieron un ujier y dos braceros, me levantaron de la silla, me pusieron en este carrito y me sacaron aquí afuera. Y aquí me tienes, a la intemperie, expuesto al sol, desluciéndome, he envejecido tanto que hasta el pelo se me ha puesto blanco
—Me conmueve, es una triste historia, qué puedo hacer por ti, ojalá pudiera llevarte de nuevo dentro 
—Es más fácil que todo eso, me bastaría que subieras al primer piso, buscaras la salita de té y le dieras esta nota a mi amada

"Amor mío, a la fuerza nos han separado 
te echo de menos, estoy destrozado 
añoro tus ojos, tu sonrisa, tu cara rosada 
me acuerdo de ti, de noche y de día 
te tengo en mi mente, no puedo olvidarte 
te quiero mi amor, eres mi vida"

—Dime, ¿lo harás por mí? 
—Claro que sí 

Entregué el mensaje, la amada derramó lágrimas doradas, era preciosa, como el maniquí de cera aseguró, siempre lo recordaré. A partir de ese día, cada vez que bajo las Ramblas, me detengo delante de él, aguardo un instante a la espera de una señal, pero permanece impasible, con la vista fija al frente sin mover una pestaña. Le dirijo una sonrisa cómplice y le guiño un ojo, sé que me ve, pero está tan pensativo que no dice nada

JM Paredes

No hay comentarios: