4 jul 2023

45. El maquinista


Hace tiempo que paso junto a una locomotora que han colocado como decoración urbana en unos jardines de mi ciudad, es una reliquia de la historia de un tiempo pasado que no volverá, sin embargo hace unos días hubo algo que llamó poderosamente mi atención, una sensación que me impulsaba a detenerme y acercarme, me aproximé. A medida que me acercaba la sensación iba siendo más intensa. Sentí miedo y me alejé, me fui con el sentimiento de algo muy impreciso y extraño, pasaron varios días y no podía desprenderme de esa sensación, se había quedado anclada en lo más profundo de mi conciencia, incluso en sueños la sentía, me llamaba

Unos días después me armé de valor y decidí ir para comprobar si se mantenía. Tal como imaginaba, nada más verla a lo lejos, la sensación se incrementó, me acerqué, pasé por encima de la pequeña valla que rodea el jardín y me aproximé, cuando estaba a unos centímetros alargué la mano y la toqué, me así a la barandilla de su escalera y subí hasta el interior

Una vez dentro, la neblina empezaba a envolverme, no me dejaba ver más que lo que tenía más próximo, los sonidos de la calle cada vez se hacían más tenues y la neblina se convertía en una densa niebla que me impedía ver más allá del pequeño espacio interior de la locomotora. Puse mis manos sobre los mandos y los noté calientes, empecé a sentir el calor procedente del fuego de la caldera, acerqué la mano al fogón y casi me quemo, empecé a sentir el olor a carbón ardiendo. Miré mis manos y estaban negras, manchadas por el polvo que desprende el carbón, miré a mi alrededor y la vida empezó a resurgir, olores y sonidos que me resultaban familiares, sentía la fuerte respiración del monstruo en el que me encontraba, puse la mano sobre la palanca que abre la válvula que conduce la presión del vapor a los pistones, la bajé con fuerza, el tren dio una violenta sacudida, un chorro de vapor salió por los costados junto a las ruedas

El tren se puso en marcha, la densa niebla se fue dispersando dejando paso a un paisaje que me resultaba familiar, sí..., es la ruta que he hecho mil veces, los mismos árboles, los mismos puentes, el mismo traqueteo, los mismos olores, el mismo sabor a carbón en los labios y las mismas gotas de sudor recorriendo mi cara. No tengo ninguna duda, éste es mi tren, el tren que he conducido durante años, pero en una época ya pasada y olvidada hasta hoy

Me miro al espejo y me veo a mí mismo, con la cara negra como el carbón que voy metiendo con repletas paladas en los fogones, veo mi mono que esta mañana era azul y ahora es tan negro como el tizón, veo las venas de mis brazos hinchadas por la sangre que bombea mi corazón y veo las gruesas gotas de sudor negro estrellarse contra el suelo al caer desde mi cara. Me siento muy feliz, el tren sigue el camino de siempre, noto un ligero nerviosismo y detengo mi actividad al pasar junto a una pequeña casa, en la puerta hay una mujer que saluda a mi paso, me dedicó la misma sonrisa que cada día llega a mi corazón, besa su mano abierta y sopla un beso hacia mí, siento como su dulzura llega a mis labios, todavía conservo su sabor, cierro los ojos y sigo viendo los hoyitos que producen la sonrisa en su cara y sus ojos mirándome con la misma dulzura de cada día 

Poco a poco comienza a surgir una nueva neblina que se va convirtiendo en una espesa bruma, lo envuelve todo, el sonido de la marcha del tren comienza a atenuarse hasta resultar inapreciable, miro mis manos y vuelven a estar blancas y mi ropa limpia, la niebla se va disipando y la caldera enfriándose hasta que aparece de nuevo la realidad

Ahora, cada vez que paso junto al tren, oigo un lejano susurro del traqueteo sobre las vías y siento en los labios una ligera dulzura como de miel, cierro los ojos un instante y creo ver los hoyitos que producen en su cara la sonrisa

JM Paredes

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