12 ene 2023

44. El monstruo del lago Ness


No te mentí cuando te dije que conocí en persona al monstruo del lago Ness, alguna aventura hemos compartido y más de un peligro hemos sorteado y siempre salimos airosos, pero la historia es larga

Corría allá por el año de María Castaña, de eso hace mucho tiempo, tú no la habrás conocido porque eres muy joven, qué juventud la tuya que sólo recuerda esta breve existencia terrenal, pero yo que he vivido ya muchas vidas sí la conocí, qué mujer... cómo me gustaría que la hubieras conocido, su valentía impresionaba, decidida hasta donde sólo alcanza la imaginación, no se echaba para atrás ante peligro alguno y qué forma de querer y qué manera de amar, siempre la recordaré, en ésta vida y en las siguientes

Como te decía, corrían aquellos remotos años cuando atraído por los lamentos que produce la injusticia y el olor a pólvora quemada, llegué a esas tierras lucenses donde María Castaña habitaba, pronto me vi enredado en la lucha contra los atropellos que los poderosos hacen a la gente honrada que en aquella época se cometían, y no puedo decir que fuera muy a mi pesar, porque en aquellas revueltas me imbuí hasta no poder más, y así fue como la conocí, enarbolando la bandera de la libertad

Pero como es sabido, el mal siempre suele tener las de ganar y la justicia por el contrario suele fracasar y a pesar de poner todo nuestro empeño, eso fue lo que pasó, la lucha por la libertad fracasó y tuvimos que marchar, aunque algunos lo llamaron huir, pero no nos importó huir si así habría de ser porque, a pesar que el mal con afán nos perseguía, nunca nos alcanzó

Nuestros pasos nos llevaron a la ría de Vivero y desde allí, de polizontes nos agazapamos bajo unas raídas lonas en un barco que ni si quiera sabíamos hacia donde partiría, pero tampoco nos importó, porque sabíamos que fuésemos donde fuéramos íbamos en busca de la libertad. A los dos días y cuando no podíamos soportar más, con el cuerpo entumecido, nos vimos obligados a salir, los pocos tripulantes que en el barco había se quedaron pasmados cuando nos vieron aparecer muertos de hambre, tiritando de frío y suplicando unas gotas de agua con las que calmar la sed

Por suerte eran mercaderes escoceses que comerciaban con las por aquella época apreciadas pieles de armiño, que portaban desde Escocia a todos los rincones del Atlántico conocido donde las supieran apreciar y las pudieran pagar. Al principio amenazaron con arrojarnos por la borda, aunque estuve seguro que su única intención era la de asustarnos para que accediéramos a desembarcar voluntariamente en el próximo puerto al que arribasen, sin embargo nuestra pretensión era la de seguir con ellos hasta su destino, es decir, hasta el final, insistimos en que no nos bajaríamos del barco hasta llegar a Escocia, refunfuñaron como si les estuviéramos arrancando los escasos dientes que todavía quedaban en sus desdentadas bocas, nos amenazaron con echarnos por la borda, renegaron de sus dioses y nos maldijeron con las más atroces palabras que encontraron en las oquedades de sus estériles cabezas, pero no conocían a María Castaña... cuando comprendieron la firmeza de su determinación tuvieron que aceptar que o bien nos tendrían que lanzar por la borda sabiendo que más de uno de ellos también caería o tendrían que llevarnos con ellos hasta el final 

Como en el fondo eran buena gente y su valentía no se contaba precisamente por docenas y además no llevábamos nada de valor que nos pudieran arrebatar, nos dejaron continuar a cambio de trabajar con ellos como el que más, María Castaña se arremangó y con furia preguntó “¡por dónde hay que empezar!”, los caledonios sorprendidos por tanta intrepidez y tanta osadía explotaron en carcajadas de risas, a lo que María Castaña cogiendo por la pechera al que tenía más cerca lo empujó hasta la borda y gritó “¡alguien quiere darse un baño!”. Qué arrojo y qué valentía, los caledonios sorprendidos dejaron las risas a un lado y comprendieron que las agallas de aquella mujer no eran para tomársela a broma, mientras yo por mi parte... atento hacia dónde podría arrastrarnos su arrebato, pensé “madre mía...” 

Tardamos una eternidad en llegar a destino, recorrimos el Cantábrico de punta a punta, después bordeamos las costas francesas de Gascuña y Aquitania y también las bretonas, las de Neustria y Frisia hasta llegar a la población de Calais, allí nos tuvimos que detener dos semanas porque el paso a la ciudad inglesa de Dover era del todo innavegable como consecuencia de un tremendo temporal que hundiría cualquier barco que osara salir al mar

En Calais, debido a la terrible tempestad de truenos, relámpagos y desesperante lluvia que parecía no terminar nunca, decidimos desembarcar y alojarnos en una posada del puerto, no sin antes hacerles jurar a los caledonios que nos volverían a permitir embarcar y continuar con ellos hasta el final. En la posada pasamos las catorce noches y los quince días que permanecimos en Calais, sin salir ni a comer, las viandas, vinos y agua nos las servían en la misma cámara donde permanecimos recluidos... qué mujer... qué manera de querer y qué forma de amar... mil vidas que viviese, mil vidas la recordaría

Por fin el temporal amainó y los escoceses cumplieron su juramento de volver a permitir embarcarnos y nos enrolamos con ellos partiendo hacia Dover, continuamos siguiendo las costas inglesas y después las escocesas hasta bordear el cabo que llaman Rattray Head y entrando en un fiordo al que llaman de Moray llegamos a la ciudad de los Highland llamada Inverness 

Nos pareció un lugar lo suficientemente remoto, fantástico y alejado de nuestro reciente pasado que decidimos quedarnos y recorrerlo sin rumbo fijo, solo con el compromiso de guiarnos por los exclusivos designios del azar y al llegar a una encrucijada echar una moneda al aire y que fuera el capricho del destino quien eligiera qué camino debíamos tomar. Así lo hicimos por cien encrucijadas hasta que nuestro destino nos llevó a las puertas de un castillo al que llamaban Urquhart, propiedad de Sir Robert Lauder, dado que el camino por el que nos condujo nuestro destino terminaba allí, allí debía ser donde el destino nos querría llevar, y allí llamamos a las puertas del castillo y ante el mismísimo Sir Robert, unos vasallos nos aceptaron llevar

Hombre sereno era Sir Robert Lauder, nos hizo sentar junto a la enorme chimenea que calentaba el gran Salón, nos ofreció de beber y de comer y nos pidió que le contásemos qué nos había llevado a tan remoto lugar. Le explicamos la travesía en busca de aventuras y libertad, pero sin embargo le ocultamos que huíamos de una lucha perdida contra la codicia y la opresión, porque tuvimos la sensación que Sir Robert no nos entendería ni se pondría en nuestro lugar y que un noble, noble es, y sus derechos querría defender aunque tuviera que aplastar a los demás, en todos lados debía ser igual 

Agradecimos a Sir Robert su atención y su amabilidad, pero cuando estábamos por partir, nos dijo que nos quedáramos a pasar unos días en su castillo. María Castaña, mujer de intuición me hizo un gesto de que no le parecía bien, pero, la tuve que contradecir porque no podíamos ser desagradecidos, además el destino nos había llevado a aquél lugar y por algo debía ser, así que le hice un gesto de que sí y fue ella misma la que dijo a Sir Robert que estaríamos encantados de ser sus invitados

Fue la mañana siguiente cuando Sir Robert Lauder nos habló de un monstruo que habitaba en el lago, el lago Ness, y que atemorizaba a los campesinos y pescadores del lugar y de vez en cuando se llevaba a alguno en sus fauces al fondo del lago y jamás volvía a aparecer, le encantaba devorar a pescadores y campesinos. Nos dijo que si fuésemos capaces de encontrarlo nos recompensaría generosamente, preguntamos por qué no lo buscaban ellos mismos, pero respondió que los habitantes del lugar le tenían tanto miedo que ni siquiera se atrevían a acercarse a la orilla del lago

María Castaña que es intrépida a no poder más, entusiasmada aceptó y juró que lo encontraría, yo no pude más que pensar “madre mía... ”, pero no me quedó más remedio que mostrar también un forzado entusiasmo por no contrariarla una vez más

Así que partimos del castillo de Urquhart recorriendo la orilla del lago y hablando y preguntando a todo aquél con quien nos encontrábamos, pero nadie quería hablar, todos tenían un miedo atroz y salían despavoridos corriendo. Pensamos que el monstruo debía ser realmente terrorífico y hasta yo mismo empezaba ya a sentir cierto temor al andar por la orilla del lago, pero como María Castaña me miraba y negaba con la cabeza, no me quedaba más remedio que hacerme el valeroso y simular que no me asustaba ningún monstruo y mucho menos uno que no podía salir del agua, o... sí... pensé... bueno, daba igual, ya había asumido que seríamos uno de tantos que había terminado en su enorme panza, pero bueno, al menos terminaríamos nuestra aventura caledonia juntos aunque fuera disueltos en los jugos gástricos de un horrible monstruo de agua dulce

Al tercer día de deambular por la orilla, cuando más distraídos estábamos contemplando cómo un colibrí parecía parado en el aire succionando el néctar de una flor, un monstruo enorme surgió de las oscuras profundidades del lago con una desproporcionada rapidez y se plantó ante nosotros, no pudimos hacer más que permanecer inmóviles por el asombro y el terror que se nos apoderó, yo, lo único que pude pensar fue “madre mía... ”, esperé unos segundos que se me hicieron eternos aguardando que el monstruo se abalanzase hacia nosotros y nos devorase, pero los segundos pasaron y abrí los ojos y allí seguía, a un metro de distancia mirándonos a los ojos, miré a María Castaña y ella me miró a mí como preguntándome “porqué no nos come... ”, yo le hice un gesto de no saber y volvimos la vista a los ojos del monstruo y así esperamos no sé cuánto, hasta que empezamos a convencernos que si nos quería devorar, ya debería haberlo hecho, el monstruo nos miraba primero a uno y después al otro, nos mirábamos los tres, nosotros asombrados y él... él daba la sensación que se divertía, que se reía de nosotros y lo que me temía.... a María Castaña no le sentó nada bien que el monstruo se le riera en la cara y eso... eso sí que me asustó... porque María Castaña cabreada no sabías por dónde podría salir, y lo que me temía... con los ojos enrojecidos de furia se acercó a la cara del monstruo y le gritó echándole el aire con toda la fuerza de sus pulmones a la cara “¡de qué te ríes!”, yo pensé “madre mía... “. 

El monstruo, se echó para atrás sorprendido por tan tremendo y enojado grito, y al cabo de un momento, cuando el monstruo salió de su asombro respondió “¿yo?, de nada”, María Castaña me miró y me dijo “¿qué ha dicho?”, yo le respondí, “ha dicho que de nada”, “¿de nada?”, y el monstruo repitió “sí, de nada

Resultó ser, para abreviar, que el monstruo no sólo hablaba, sino que era de lo más amable y cortés y nos dijo que no entendía porqué todo el mundo lo temía y todo el mundo salía corriendo cuando lo veía, y si se quedó esperando sorprendido ante nosotros era precisamente porque no habíamos salido corriendo al verlo. Le dijimos que Sir Robert Lauder nos había dicho que devoraba a los campesinos y pescadores y que todos los habitantes vivían atemorizados por él. Sin embargo él lo negó, al contrario, a más de un pescador había salvado en una noche oscura de tormenta, pero como todos le tenían tanto miedo que salían corriendo, no había tenido la oportunidad de decirles que simplemente vivía apaciblemente en el lago sin hacer daño a nadie y que su afán no era más que de ayudar a quien pudiera

María Castaña se arremangó y le dijo al monstruo, “ahora mismo nos vamos los tres a la aldea y que todos vean que no eres un terrible monstruo, sino un ser sensible y cariñoso que vive en el mismo lago que los demás” 

Así fue cómo todos los aldeanos comprendieron que nada tenían que temer, que no era una horrible fiera, sino un manso y cariñoso habitante del mismo lago que a todos daba de comer. Y Sir Robert Lauder, en agradecimiento a nuestro valeroso comportamiento nos premió con los honores de ser llamados, al menos en aquellas tierras como Miss Castaña y Sir Jose, aunque... ya de eso hace tanto que, que bueno... que tan distinguido tratamiento se diluyó en el tiempo y ahora me conformo con Chema o Jose, como tú prefieras

JM Paredes

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