Varios días seguidos lloviendo me mantienen encerrado en casa sin poder salir, de vez en cuando me asomo a la ventana para ver la lluvia caer, los viandantes se protegen con sus paraguas, otros los han olvidado en casa o no les importa mojarse, paso el tiempo distraído contemplando el monótono golpeteo de las gotas de agua, en ocasiones unas caprichosas ráfagas de viento las mueve a su antojo
Mientras las gotas continúan incansables golpeando el suelo, se ha formado un riachuelo que se precipita por la calle que está anegada, el agua corre despavorida cuesta abajo, las gotas más gruesas producen enormes salpicaduras formando burbujas de aire atrapado en su interior que corren veloces siguiendo el curso del agua hasta que se precipitan en las profundas oscuridades de la ciudad, en su irracional recorrido hacia el mar
Por un momento el temporal parece apaciguarse intentando detener el sollozo, pero las nubes permanecen infladas, repletas del agua que nos da la vida. Sin piedad, amenazantes de nuevo, vuelven a verter su contenido con mayor ahínco sobre el techo de los coches y los paraguas de los que osan andar todavía por la calle, que aligeran el paso para resguardarse bajo los salientes de los edificios, esperando inútilmente la misericordia de esos negruzcos nubarrones que parecen disfrutar arrojando sus aguas sobre ellos
Por fin, agotadas tras un frenético vertido, rendidas ante el insaciable suelo, no les queda más remedio que retirarse derrotadas sin volver la vista atrás, abandonan la ciudad y se repliegan en el mar, seguramente para reponer fuerzas y volver más tarde para continuar con su inagotable actividad
Solo entonces, cuando ha amainado, aunque sea transitoriamente, salgo a la calle, es un momento único, el aire se ha limpiado de su viciada contaminación, se respira mejor, el olor a tierra mojada es tremendamente seductor. La luz del sol que un momento atrás estaba amansada por la fuerza de las espesas nubes, comienza a aparecer tímidamente, indecisa al principio, sin pretensiones, no se atreve a mostrar todo su esplendor hasta estar segura que las nubes no regresarán
Pasear en ese instante es un placer, todo lo que se ve parece renovado, la humedad satura el ambiente, es un momento mágico e inigualable, me acerco a una zona ajardinada, veo una pequeña planta completamente verde rebosante de vida que sobresale entre las hojas caídas y que ha querido retener entre las suyas propias unas gotas de lluvia con las que calmar su sed más tarde
JM Paredes
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